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¿Qué utilidad tiene la noción del superyó en psicoterapia?

Escrito por José Altamirano en .

Generalmente se piensa al superyó como un representante de la ley cultural, es decir, como lo contrario al ello, o sea, la destrucción de la ley. Así nos presentan estas nociones en los libros de introducción a la Psicología. Sin embargo, la cuestión es más compleja. Freud, en “El yo y el ello”, indica que el ello tiene una cierta solidaridad con el superyó: “el yo extrae del ello {la fuerza para} su superyó”. Por su parte, Lacan reune en el superyó tanto al más férreo defensor de la moral, es decir, Kant y su imperativo categórico, como al más grande transgresor de las “buenas constumbres”, es decir, el Marqués de Sade. En su trabajo “Kant con Sade”, Lacan afirma lo siguiente: “La filosofía en el tocador viene ocho años después de la Crítica de la razón práctica. Si,después de haber visto que concuerda con ella, demostramos que la completa, diremos la verdad de la Crítica”. 

En efecto, para Lacan, el superyó es tanto la instancia que nos hace cumplir con nuestras compromisos y obligaciones laborales o morales, como la que obliga al alcohólico a beber “religiosamente” o al libertino a obedecer completamente a su hedonismo. Tomemos dos ejemplos.

  1. Lucía dice ser muy “justa” y cuando se le pide que indique lo que significa eso para ella, afirma que es hacer lo que está bien incluso si eso implica renunciar a lo que uno más quiere (su madre sacrificó la oportunidad de volverse a casar luego de su divorcio “por el bien” de sus hijos). Aunque Lucía considera que le gustaría salir con un hombre viudo, no soporta lo que su familia pensaría de ella si se entera que sale con un hombre mayor y con hijos de otra mujer. Ella opta por renunciar a esa posibilidad. Sabiéndolo o no, Lucía es kantiana, pues considera que su acción es verdaderamente moral únicamente cuando su interés personal no juega rol alguno; para Kant, si uno siente placer al realizarla, su acción no es moral. El único afecto permitido para su moral es el dolor. Todo interés particular debe someterse a un imperativo general: “obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”. 
  1. Néstor indica que para él, beber los fines de semana es una obligación, un mandamiento que sigue al pie de la letra, incluso cuando llega el momento en el que beber ya no le resulta placentero. Dice que ya se ha sacrificado mucho en su vida y que se merece disfrutar por todo el esfuerzo que implicó sacar adelante a sus hermanos luego de quedarse huérfano. A veces está cansado y preferiría quedarse en casa con sus hijos, pero cuando su cuñado lo llama para salir, él no puede negarse. Sin llegar al extremo de decir que Néstor sigue a literalmente a Sade -cuyo proyecto implicaba que “todos los sexos, todas las edades, todas las criaturas”, independientemente de su voluntad, sean  “ofrendados a los caprichos de los libertinos que vayan a gozar”-, al menos podemos afirmar que su goce sigue la vía de un cierto exceso.

Desde un cierto punto de vista, Lucía parece lo contrario a Néstor -Lucía se restringe y  Néstor se sobrepasa-, sin embargo, desde el punto de vista del superyó, ambos siguen una orden, una ley de hierro inquebrantable y despiadada que hace caso omiso a sus circunstancias particulares. 

Ahora bien, en la clínica es importante localizar, con cada paciente, la exigencia a la que cede, el forzamiento al que se somete, el imperativo al que se obedece, incluso si sabe que no le hace bien. Hacer resonar algo de esta exigencia puede conducir a desactivar la orden inconsciente cuyo mandamiento puede resumirse así: “!Goza, no importa si gozas del exceso o del sacrificio, pero goza!”.


José Altamirano. Doctor en Psicoanálisis


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