
Cuando el Problema No es el Aprendizaje: Entre la Cognición y la Historia Personal
Dos Caminos, Una Pregunta
Samuel y Martina tenían la misma edad y compartían el mismo diagnóstico: dificultades en la atención y el aprendizaje.
A Samuel lo llevaron a consulta porque no podía concentrarse en clase. Su mente divagaba, olvidaba lo que tenía que hacer y su rendimiento era inconstante. Su familia estaba preocupada y buscaban respuestas. Una evaluación neuropsicológica mostró que tenía dificultades en la memoria de trabajo y en sus funciones ejecutivas. Sus procesos de planificación y organización eran más lentos de lo esperado para su edad. Con un programa de estimulación, adaptaciones en el aula y un acompañamiento adecuado, Samuel mejoró notablemente y empezó a sentirse más seguro con su aprendizaje.

Martina, en cambio, parecía estar en otro mundo. Perdía sus útiles, olvidaba lo que debía hacer y le costaba seguir instrucciones. Durante su evaluación, los resultados parecían indicar un patrón similar al de Samuel, pero cuando su terapeuta se tomó el tiempo de comprender su historia, encontró que vivía en un entorno familiar lleno de tensión y miedo. Su distracción no era un problema de funciones ejecutivas, sino una forma de protegerse emocionalmente. No podía concentrarse porque su mente estaba ocupada en otro tipo de supervivencia.

Dos niños, dos caminos distintos, pero con un síntoma parecido. Uno necesitaba estimulación neurocognitiva, el otro necesitaba espacio para procesar su angustia y herramientas para sentirse seguro.
Cuando Solo Miramos la Cognición
Evaluar a un niño exclusivamente desde su desempeño cognitivo tiene ventajas y limitaciones.
Las ventajas:
• Nos permite entender el funcionamiento del cerebro en áreas clave como atención, memoria, razonamiento lógico y lenguaje.
• Ayuda a identificar fortalezas y debilidades específicas, lo que permite diseñar estrategias de estimulación adecuadas.
• En muchos casos, los niños con dificultades reales en el desarrollo cognitivo pueden beneficiarse enormemente de una intervención temprana.
Las limitaciones:
• Cuando solo analizamos la capacidad cognitiva sin considerar la historia del niño, podemos malinterpretar los síntomas.
• Podemos etiquetar erróneamente a un niño como si tuviera un problema neurológico cuando, en realidad, está atravesando una dificultad emocional o social.
• Corremos el riesgo de imponer estrategias que no resuelven el verdadero problema, dejando al niño y a su familia en un ciclo de frustración.
Muchos niños son diagnosticados con déficit de atención o problemas de aprendizaje cuando, en realidad, están reaccionando a situaciones de estrés, miedo o ansiedad. Si el enfoque se mantiene exclusivamente en su cognición, es posible que nunca reciban la ayuda que realmente necesitan.
Ejemplo real: Un niño con ansiedad severa que no logra concentrarse en el aula podría ser diagnosticado con TDAH y recibir una intervención basada en mejorar su atención. Sin embargo, su mente no está distraída por un problema neurológico, sino por el temor constante a un entorno inestable. Si solo abordamos la atención sin considerar el miedo, la intervención será insuficiente.
Cuando Ignoramos la Neurociencia y Construimos Expectativas Falsas
Por otro lado, existe un riesgo igual de grande: negar la existencia de dificultades reales en el funcionamiento del sistema nervioso y asumir que todo puede resolverse con un cambio en el entorno o en la actitud del niño.
Las consecuencias de esta visión:
• Se pueden minimizar dificultades genuinas en el desarrollo neurocognitivo, como la dislexia, la discalculia o el trastorno del procesamiento auditivo.
• Se genera frustración en los niños, ya que se les exige rendir de una manera que su cerebro aún no está listo para alcanzar.
• Se pierde un tiempo valioso en el que podrían haber recibido estimulación temprana para desarrollar sus capacidades al máximo.
Ejemplo real: Un niño con dislexia que no recibe una evaluación adecuada puede pasar años siendo visto como “flojo” o “perezoso”, cuando en realidad su cerebro procesa la lectura de manera diferente. Si no se le ofrece una estrategia de enseñanza adaptada, podría llegar a creer que simplemente “no es bueno para estudiar”, afectando su autoestima y motivación.
Cuando no reconocemos que el aprendizaje también es un proceso neurobiológico, corremos el riesgo de poner toda la responsabilidad en el niño, en su actitud o en su entorno, sin darle las herramientas que realmente necesita.
El Equilibrio: ¿Por Qué una Evaluación Debe Ser Integral?
Una evaluación completa no se basa en una sola mirada, sino en un análisis que permita distinguir entre diferentes factores que afectan el aprendizaje.

En Superar, realizamos una Evaluación Completa que analiza tres dimensiones clave:
1. Perfil Neuropsicológico:
• Evalúa funciones como atención, memoria, velocidad de procesamiento y funciones ejecutivas.
• Permite identificar si hay dificultades reales en el desarrollo neurocognitivo y diseñar estrategias para potenciarlas.
2. Perfil Pedagógico:
• Analiza habilidades específicas como lectura, escritura, comprensión de textos y resolución matemática.
• Nos ayuda a entender si la dificultad está en la forma en la que el niño procesa la información o en cómo está siendo enseñado.
3. Perfil Psicológico y Emocional:
• Evalúa el estado emocional del niño y su impacto en el aprendizaje.
• Permite detectar si hay factores emocionales como ansiedad, estrés o inseguridad que interfieren en su desempeño.
Este tipo de evaluación permite distinguir cuándo un niño necesita estimulación cognitiva y cuándo necesita apoyo emocional o social. No todos los niños con síntomas similares tienen el mismo camino, por lo que la intervención debe ser personalizada y basada en su realidad individual

Comprender, No Encerrar en Diagnósticos
El aprendizaje es un proceso que va más allá de lo cognitivo o lo emocional. Es la integración de ambos mundos.
Si solo vemos el rendimiento escolar desde la neurociencia, podemos reducir a un niño a un conjunto de habilidades y déficits sin ver su historia.
Si solo lo miramos desde su historia emocional, podemos ignorar herramientas que podrían potenciar su desarrollo.
La verdadera comprensión requiere una evaluación que combine ambas perspectivas.
Porque no se trata de quién tiene razón, sino de cómo ayudamos mejor.
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