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Cuando el dolor se hace visible: la autolesión y el grito silenciado

Escrito por Indira Ullauri en .

Mariana tenía 16 años cuando descubrió que el dolor físico podía silenciar, aunque fuera por un instante, el ruido en su cabeza. Al principio, eran pequeños rasguños en la muñeca, un leve ardor que la hacía sentir presente en su propio cuerpo. Con el tiempo, las mangas largas se convirtieron en su armadura. Sabía que no era la solución, pero tampoco encontraba otra forma de aliviar lo que sentía.

No era un intento de morir. Era un intento desesperado de seguir viviendo.

Cada vez que alguien le preguntaba si estaba bien, respondía con una sonrisa ensayada. Nadie lo notaba, nadie preguntaba. Y eso era lo peor: no saber si alguien realmente lo haría.

El 1 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Concienciación sobre la Autolesión, una fecha establecida para visibilizar y apoyar a las personas que enfrentan estas conductas, así como a sus familias. Este día busca romper los estigmas y mitos asociados a la autolesión, promoviendo una comprensión más profunda y empática del tema.

La Sociedad Internacional de Autolesión, fundada en 2009, es una de las organizaciones que lidera estos esfuerzos, brindando apoyo en la investigación, prevención, evaluación y tratamiento de la autolesión no suicida. Este día también busca fomentar la educación en salud mental y la formación de profesionales para atender adecuadamente estos casos.

En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), la Autolesión No Suicida (ANS) se considera una condición que requiere más investigación. Aunque no es un diagnóstico independiente, se reconoce como un patrón de comportamiento asociado a diversos trastornos mentales como la depresión, el trastorno límite de la personalidad y la ansiedad.

La autolesión no es un capricho ni un acto de rebeldía. Es una estrategia extrema que algunas personas utilizan para gestionar un dolor emocional que no saben cómo expresar.

Estudios indican que aproximadamente el 17% de los adolescentes, el 13% de los adultos jóvenes y el 6% de los adultos han reportado autolesiones no suicidas en algún momento de sus vidas【1】. Estas conductas suelen manifestarse durante la adolescencia y la adultez temprana, aunque pueden presentarse a cualquier edad.

Las razones detrás de la autolesión son variadas y complejas. Entre los factores más comunes se encuentran:

Regulación emocional: La autolesión puede servir como una forma de aliviar emociones intensas o abrumadoras.

Historia de trauma o abuso: Experiencias previas de abuso físico, emocional o sexual aumentan el riesgo de autolesión.

Trastornos de salud mental: Condiciones como depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria o trastorno límite de la personalidad están frecuentemente asociadas con la autolesión.

Dificultades interpersonales: Problemas en las relaciones o sentimientos de aislamiento pueden desencadenar estas conductas.

No es fácil poner en palabras lo que duele por dentro. La angustia, la soledad y el vacío no siempre encuentran un lenguaje claro. Cuando el lenguaje falla, el cuerpo se convierte en el canal de expresión.

El dolor psíquico es difuso, inmanejable y, muchas veces, ni siquiera tiene nombre. No siempre hay una causa específica, una imagen clara o una historia que lo explique. Solo se siente, se arrastra, se instala en el cuerpo como una opresión en el pecho, un nudo en la garganta, un peso que no se puede soltar.

Aquí es donde la autolesión aparece: marca un límite, un lugar, una evidencia de que ese dolor es real. No es un dolor abstracto ni invisible. Es algo tangible, con una forma definida, con un punto de inicio y un punto final. La piel cortada, la quemadura en la muñeca, el moretón en la pierna… son pruebas físicas de que el sufrimiento existe.

Para algunas personas, cortarse o quemarse es una forma de recuperar el control. No pueden controlar lo que sienten, pero pueden controlar cómo, cuándo y dónde dolerá. Es un dolor con reglas, con lógica, con un origen claro y un fin determinado. En medio del caos emocional, la autolesión se convierte en un intento de darle orden al sufrimiento.

El problema no es solo la herida física. El verdadero dolor es el que la precede.

Desde el psicoanálisis, la autolesión puede entenderse como un síntoma que intenta comunicar algo que no se ha podido simbolizar de otra manera.

Freud hablaba de la “conversión del malestar psíquico en síntomas físicos”, un proceso en el cual el cuerpo expresa lo que la mente no puede procesar conscientemente. Lacan retoma esta idea al señalar que el síntoma es un mensaje cifrado que requiere ser escuchado e interpretado.

Antes de convertirse en un lenguaje, la autolesión es un desplazamiento. En los discursos y narraciones de muchos pacientes, es la forma en que el dolor interno—difuso, incomprensible e inabarcable—se traduce en algo concreto. Muchos lo expresan de manera similar: “Es más fácil soportar este dolor que el otro, el que no sé nombrar.”

Hablar de ese otro dolor—el emocional, el psicológico, el que no tiene forma ni nombre—es un proceso largo, lleno de silencios y vacíos que necesitan ser transitados. La terapia no solo busca detener la autolesión, sino ayudar a desplazar el sufrimiento hacia un lenguaje diferente, en el que la palabra reemplace la herida.

Por otro lado, las terapias basadas en evidencia, como la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) y la Terapia Dialéctico-Conductual (TDC), han demostrado ser eficaces en el tratamiento de la autolesión porque trabajan en la regulación emocional, la construcción de estrategias alternativas y la reducción progresiva de la conducta autolesiva.

No se trata de que un enfoque excluya al otro. Comprender el significado de la autolesión es fundamental, pero también es necesario dotar a la persona de herramientas concretas para que pueda sostener su dolor de otra manera.

• Escuchar sin minimizar el dolor: Evitar frases como “solo lo haces para llamar la atención” o “eso es una tontería”.

• Evitar reforzar la culpa: En lugar de preguntas como “¿por qué te haces esto?”, es mejor preguntar “¿cómo te sientes cuando lo haces?”

• Fomentar estrategias alternativas de regulación emocional: La escritura, el arte o la respiración profunda pueden ser herramientas útiles.

• Buscar ayuda profesional: La terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia dialéctico-conductual (TDC) han demostrado ser eficaces en el tratamiento de la autolesión.

El cuerpo lleva la cuenta” – Bessel van der Kolk

• DSM-5: Autolesión No Suicida

Mayo Clinic: Autolesión – Diagnóstico y tratamiento

Sociedad Internacional de Autolesión

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Indira Ullauri