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La importancia de los límites en la psicoterapia: entre el encuadre y la contratransferencia

Escrito por Indira Ullauri en .

Un paciente llega a terapia sintiéndose perdido, buscando en su terapeuta la seguridad y protección que nunca tuvo. En cada sesión, su angustia crece y su mirada suplicante parece pedir una solución inmediata. El terapeuta siente el impulso de intervenir, de llenar los vacíos, de calmar el dolor. Pero, ¿es ese su papel? Si acepta y cede, corre el riesgo de convertirse en el salvador, absolutamente imaginario para su paciente, ese que el paciente anhela, reforzando una dependencia que puede hacer más daño que bien e impidiéndole ver en sí mismo la posibilidad de su propio rescate. Esto imposibilita que descubra su fortaleza interior y que se encuentre consigo mismo. 

La psicoterapia no es un rescate, sino un proceso que puede promover el autodescubrimiento. Entre las posibilidades que ofrece, se encuentra la identificación de los mecanismos que el paciente utiliza para manejar su angustia o sufrimiento, así como la exploración de nuevas herramientas que permitan afrontarlos de manera más constructiva. También facilita el reconocimiento de recursos internos que el paciente puede no haber identificado previamente, favoreciendo una mayor comprensión de sí mismo y su entorno. En este proceso, el terapeuta sostiene el encuadre, pero se enfoca en que el paciente logre sostenerse a sí mismo, descubriendo sus propios recursos y seleccionando las herramientas adecuadas para su adaptación, afrontamiento y superación según su propia vivencia.

Es posible que los pacientes, especialmente aquellos con heridas vinculares tempranas, pongan a prueba los límites del encuadre terapéutico. La prolongada interacción con un terapeuta empático puede activar deseos de dependencia, derivando en intentos de extender la relación más allá del espacio terapéutico pactado. Llamadas fuera del horario establecido, solicitudes de sesiones adicionales, demandas emocionales que exceden el proceso terapéutico o la idealización extrema del terapeuta son manifestaciones de esta prueba de límites.

Cuando un paciente expresa frases como “usted me ha salvado” o “me ha rescatado”, es esencial que el terapeuta no permita que el paciente vivencie esto como una verdad absoluta. La labor terapéutica implica ayudar al paciente a reconocer su propia capacidad para enfrentar su vacío, tomar decisiones y fortalecerse a sí mismo.

Un terapeuta sin un encuadre sólido puede sentirse inclinado a responder a estas demandas con un deseo de “rescatar” al paciente, creyendo que brindarle más tiempo, atención o cercanía aliviará su sufrimiento. Sin embargo, cuando se cede demasiado, el resultado puede ser una regresión progresiva en el paciente, llevándolo a una posición de dependencia infantil que no solo obstruye el proceso terapéutico, sino que también puede generar frustración y enojo cuando el terapeuta inevitablemente no pueda satisfacer todas sus demandas.

Un  terapeuta puede enfrentar, en algún punto, la tentación de convertirse en el “salvador” del paciente. Es una trampa sutil: el deseo de aliviar el sufrimiento del otro puede llevar a una sobreimplicación emocional que altera el equilibrio del vínculo terapéutico. Este fenómeno, conocido como “contratransferencia de rescate”, ocurre cuando el terapeuta responde más a sus propias necesidades inconscientes de sentirse útil y necesitado que a lo que realmente requiere el proceso del paciente.

Un terapeuta que se deja llevar por este impulso corre el riesgo de desdibujar los límites y transformar la terapia en un espacio de sostenimiento inadecuado, donde la autonomía del paciente se ve comprometida. En lugar de favorecer el crecimiento, el terapeuta puede terminar reforzando la dependencia emocional y generando una relación que oscila entre la sobreprotección y la frustración mutua.

Estudios en psicoterapia han demostrado que la falta de límites en la relación terapéutica puede llevar a un aumento en la angustia del paciente y una dependencia malsana. Según un estudio publicado en el Journal of Clinical Psychology (2020), los pacientes que experimentan encuadres excesivamente flexibles pueden desarrollar una regresión emocional, mientras que aquellos que trabajan dentro de límites bien definidos muestran una mayor capacidad de afrontamiento autónomo.

La Asociación Americana de Psicología (APA, 2017) enfatiza en su código ético que los terapeutas deben evitar relaciones duales y establecer una estructura clara desde el inicio del tratamiento para prevenir confusión y dependencia emocional en el paciente.

  • Establecer límites desde la primera sesión. Explicar claramente la frecuencia de las sesiones, el tipo de comunicación fuera de la consulta y la política de cancelaciones.
  • Ser consistente con los horarios y la estructura. No acceder a sesiones de emergencia fuera de los acuerdos iniciales a menos que sea estrictamente necesario.
  • Reconocer la contratransferencia. Si surge la necesidad idea de “rescatar” al paciente, reflexionar en supervisión sobre qué está activando esa reacción.
  • Fomentar la autonomía del paciente. Evitar dar soluciones directas o tomar decisiones por él. Hacer preguntas que lo lleven a pensar en alternativas y soluciones propias.
  • Acompañar sin sobreimplicarse. La empatía no significa asumir la responsabilidad emocional del paciente. Escuchar, validar, pero no convertirse en su único soporte.
  • El terapeuta no es un amigo ni un familiar, sino un profesional que te ayuda a descubrir tus propias fortalezas.
  • Existen reglas claras desde el inicio. No es rechazo, sino parte del encuadre que garantiza un proceso efectivo.
  • La terapia busca que puedas sostenerte por ti mismo. Si sientes que dependes demasiado del terapeuta, es una oportunidad para trabajar en esa independencia emocional.
  • No siempre se puede recibir atención inmediata o fuera de horario. Esto no significa abandono, sino que los límites son parte del proceso de aprendizaje.
  • La meta no es ser rescatado, sino encontrar dentro de ti mismo los recursos para enfrentar el vacío, la incertidumbre y la angustia.

El encuadre es la base de un proceso terapéutico genuino y transformador. No se trata de barreras, sino de una estructura que permite que el paciente explore su historia sin repetir patrones de dependencia. El terapeuta no rescata, sino que acompaña. No llena vacíos, sino que ayuda a que el paciente pueda verlos y afrontarlos con herramientas propias. Y para que eso suceda, los límites no son una opción: son la garantía de un proceso profundo y real.

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Asociación Americana de Psicología. (2017). Ethical principles of psychologists and code of conduct. Retrieved from https://www.apa.org/ethics/code

Journal of Clinical Psychology. (2020). Effects of boundary flexibility in therapeutic outcomes. J Clin Psychol, 76*(5), 1034-1045.


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Indira Ullauri