Salud mental como derecho fundamental y garantizable
Escrito por Sofía Paredes C.
Sofía Vanessa Paredes Cadena. Mujer quiteña de 21 años, con título en Licenciatura en Psicología Clínica por la Pontificia Universidad del Ecuador. Diplomada en Herramientas de Intervención Infantojuvenil en TECH España. Experiencia en el trabajo interdisciplinario con profesionales de derecho y clínica de la violencia con enfoque de Género y Derechos Humanos. Actualmente trabajo como Psicóloga Clínica voluntaria en el Centro de Derechos Humanos PUCE y también me encuentro en la ejecución de proyectos personales junto con otras organizaciones relacionadas con mujeres e infancias.
En Ecuador, el nivel de violencia ha incrementado alarmantemente en el presente año,
situación que se moviliza en línea paralela con los productos directos o indirectos de ésta,
como por ejemplo, el desempleo y la escolarización segregada, la reproducción
generacional de la violencia basada en género, la desnutrición infantil, la tasa de suicidios,
el número anual de desaparecidos o la problemática de los habitantes de la calle.
Estas situaciones nos comprometen directamente a nosotros/as psicólogos/as o como
personal de salud, y a todos los profesionales de Educación o de Comunicación, sin dejar
de lado las otras profesiones que de una u otra forma componen el tejido social desde el
tecnicismo. Por un lado, la fundamentación teórica de la psicología como ciencia biológica,
social y cultural sostiene que el aparataje sociocultural es el regulador de los adjetivos
dicotómicos de los sujetos (normal – anormal o patológico).
Siguiendo esta premisa, se vuelve necesario explorar los elementos que giran alrededor de
lo que entendemos como salud mental, más allá de estigmas, etiquetas y tendencias. Por
esta razón, en este ensayo se pretende sondear brevemente la visión colectiva de la salud
mental en el Ecuador desde la siguiente pregunta: ¿Es posible concebir a la salud mental
como derecho fundamental y garantizable en una sociedad caótica?
Mi experiencia como estudiante, profesional, paciente y mujer ecuatoriana me ha permitido
plantear la anterior pregunta con el objetivo de abordar ciertos circunstancias que han
dificultado la priorización del acceso a la salud mental en el Ecuador. A estos elementos los
vamos a llamar Factores de riesgo para la construcción de una cultura de salud mental
como principio social e institucional.
El primer factor que quisiera abordar en esta exploración es la violencia estructural como
aparato de dinamismo social y de lógica sistemática.
Lacónicamente, la sociedad se sostiene en base a diversas formas de interacción entre
sujetos que son reproducidas y reforzadas mediante productos culturales que asientan los
imaginarios personales y colectivos de todas las personas. Esta dinámica social es
necesaria para sostener el sentido de pertenencia que los sujetos tenemos con nuestra
comunidad más cercana. Sin embargo, y como es bastante notorio, en los últimos años,
este aparataje en el que se sostiene la estructura de la sociedad ecuatoriana ha venido
produciendo y reproduciendo una cultura de violencia excesiva.
Históricamente la violencia ha estado estrechamente relacionada con la planificación,
ejecución y seguimiento de planes y proyectos enfocados en ejes estratégicos de la
sociedad civil y del Estado, como son la salud, la educación o el trabajo. Esta relación se
establece a partir de la priorización de ciertas problemáticas y la minimización y/o
negligencia en otras, siendo este el caso de la salud mental fuera de ser considerada como
un principio de salud pública integral.
El segundo factor de riesgo para lograr establecer a la salud mental como fundamento
social y cultural es la idealización de los modelos de prevención e intervención europeos y
norteamericanos centrados en lo individual y en las dinámicas de esos países. En otras
palabras, tanto los/as profesionales en su clínica privada como las instituciones públicas
relacionadas con la salud mental, repiten esta lógica indistintamente de las líneas teóricas
con las que conecten los/as profesionales (cognitivo-conductual, humanista, psicoanálisis,
gestáltica, etc). Este enfoque de extrema individualidad no pertenece exclusivamente a la
salud mental en el Ecuador, sino que también se manifiesta claramente en toda la sociedad
civil y en las instituciones a las que pertenecemos.
Esta peculiaridad de los últimos años es producto de una profunda y sistemática
fragmentación del tejido social que nos ubica en una lógica muy marcada de supervivencia
bajo la “ley del más fuerte”, situación estrechamente unida a las relaciones de poder
dicotómicas de las que se hablaba anteriormente y que se refuerzan cada vez más,
pero…¿qué tiene que ver todo esto con la salud mental?, la respuesta a esta interrogante
no es fácil, pues para responder es necesario apartarnos del panorama único y positivista
con en el que a menudo se intenta ubicar a las problemáticas biopsicosociales. Primero, al
existir tantas fallas a nivel estatal tanto en presupuesto como en actividades negligentes,
los/as ecuatorianos vivimos en un estado de vulnerabilidad constante, situación que nos
activa psíquicamente a través del miedo y el estrés que toda esta situación nos provoca de
forma directa e indirecta. Entonces, al percibirnos de esta forma todo el tiempo, es
entendible que todas nuestras acciones, sean conscientes e inconscientes, estén orientadas
a cuidarnos del peligro que se siente en el aura social. Esta situación repercute
directamente en los imaginarios sociales, especialmente en el encuentro con el otro, lo que
se expresa en la elección cada vez más común de la misantropía como forma de
adaptación en un mundo que se mueve constantemente más veloz y efímero.
Aunque parezca que esto es una cuestión solamente personal e interna, la verdad es que
se encuentra estrechamente relacionada con la disminución del sentido de comunidad y
responsabilidad social que poseíamos como tesoro intangible de la humanidad,
especialmente entre los pueblos de Latinoamérica, por lo que, al percibir y acoger esta
nueva visión del mundo, nadie se preocupa por nadie ni por nada más que de su
supervivencia, volviéndonos una sociedad flotante, sin bases en la pertenencia social,
comunitaria ni institucional.
Finalmente, el tercer factor es la falsa visión y misión de la salud mental como competencia
exclusiva del área de la salud. Esta idea surge a partir de la errónea concepción de la
descentralización de las funciones entre los ejes estatales, ya que se cree que ésta forma
de direccionar la ejecución del plan de gobierno de turno es la más adecuada para trabajar,
sin embargo, si bien esta descentralización se enfoca sobretodo en relación al manejo
económico y dependencias institucionales, la cuestión de la salud mental no debería
pertenecer a una u otra determinada institución, sino que, a través del cambio de paradigma
que se ha intentado introducir en este ensayo, se debería abordar a través de distintas
instituciones diferentes, como por ejemplo, el Ministerio de Educación o el Ministerio del
Trabajo, esto con el objetivo de construir una perspectiva integral del cuidado mental no solo
de las personas en su individual, sino también de la sociedad en su conjunto.
A modo de conclusión, la salud mental no es un tema fácil de hablar debido a que alrededor
de éste existen muchas cuestiones interrelacionadas, junto con variables dependientes e
independientes de otros espacios. No obstante, como se ha expresado en el presente texto,
sí es posible el cambio de visión de la salud mental en el Ecuador, pero esto sí que tomará
esfuerzos estatales y ciudadanos también, en donde nosotros/as como profesionales del
área estamos llamados casi obligatoriamente a trabajar intensamente en la construcción de
una cultura de salud mental sostenible e integral como principio fundamental y garantizable.
Los cambios no se verán en uno o dos años, pero sí que se pueden recolectar frutos de la
incidencia que podemos provocar en la sociedad civil y también en las distintas
organizaciones o instituciones de las que somos parte. Para esto, es necesario que primero
nos encontremos con nosotros/as mismos/as de forma sincera, incluso hasta vulnerable, y
recordemos cada día la razón por la cual hemos escogido esta maravillosa profesión y el
valor de la misma en la vida de las personas y en la sociedad en general.
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