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El estigma puede provenir de parte de la sociedad en general, los políticos, los cuerpos de seguridad, el personal sanitario, la familia, etc.

Las drogas y el estigma: cuánto afecta y cómo corregirlo

Escrito por Adriana Ramirez en .

Suele ocurrir que al ver a una persona conocida en la calle, en situación de mendicidad y con problemas por el consumo nocivo de alcohol y otras drogas, se sienta una marejada de sentimientos que, en ocasiones, pueden ser encontrados. 

Se puede sentir impresión, preocupación, rabia, tristeza al ver su deterioro físico, mental y económico, y también al pensar en su familia: cómo estarán, qué sentirán, en dónde se encontrarán y cómo verán la situación.

Lo mismo sucede cuando en casa alguien bebe con suma frecuencia, y entonces surgen problemas como las enfermedades, la violencia de género, las dificultades económicas y judiciales, los accidentes, etc.

Sin embargo, el consumo de sustancias, además de las consecuencias que implica para la persona y sus parientes, niños y bebés en gestación, también significa una batalla contra el estigma de tanto la sociedad como de las instituciones que los etiquetan y marginan, lo que los lleva a sentirse rechazados, juzgados y aislados.

“El estigma asociado al uso de drogas y las conductas adictivas afecta de manera transversal en la vida de las personas, generando un impacto en la salud física y mental, la capacidad de encontrar y mantener un trabajo, de encontrar y mantener una vivienda, en sus relaciones sociales y en el auto concepto. Por otra parte, el estigma retrasa la búsqueda de un tratamiento adecuado, y es en sí mismo una barrera para acceder y permanecer en los tratamientos”, señalaron la psicóloga clínica Gisela Hansen y la Red Iberoamericana de Organizaciones No Gubernamentales que trabajan en Drogas y Adicciones (RIOD), quienes son desarrolladora de contenidos y el equipo colaborador (Comisión de Estigma RIOD), respectivamente, del texto Estigma, consumo de drogas y adicciones: conceptos, implicaciones y recomendaciones.

Así, el estigma aparece antes, durante y después del tratamiento del individuo, lo que puede comprometer su recuperación, salud física y mental, y calidad de vida. 

¿Qué son las adicciones y qué, el estigma?

De acuerdo con el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, de Estados Unidos (NIDA, por sus siglas en inglés), “la adicción es un trastorno cerebral. Las drogas pueden modificar la manera en que funciona el cerebro. Los cambios en el cerebro pueden durar mucho tiempo y causar problemas en el comportamiento de una persona. Los adictos a las drogas pueden estar de mal humor, sufrir pérdida de memoria o incluso tener problemas para pensar y tomar decisiones”.

Así las cosas, las adicciones pueden generar serios daños físicos como problemas en el corazón, pulmonares y de respiración, estomacales, renales, hepáticos, VIH/sida y hepatitis. También pueden repercutir en el estado de ánimo y en las conductas a corto plazo o de manera permanente, lo que puede llevar a la persona a que reaccione con exageración ante problemas que no tienen mayor importancia; a la euforia o a la depresión; al miedo, a la tristeza o al enfado sin motivo alguno, o a ver cosas que no existen, etc.     

Por otro lado, el estigma, en el caso específico de las adicciones (aunque también se presenta en situaciones como la discapacidad, los problemas de salud mental, la preferencia sexual, la religión, la inmigración y la pobreza), se convierte en una práctica que lleva al descrédito, a la deshumanización y a la marginación de la gente. 

Lea nuestro artículo El estigma y las adicciones, entre la legalidad y la ilegalida

A su vez, acarrea y acentúa las diferencias entre grupos; valida discursos negativos en contra de aquellos que son discriminados y estereotipados desde diferentes ámbitos, incluyendo el político, y niega los derechos que están relacionados con el trabajo, la salud y la vivienda.

“Goffman (1963) definió el estigma como un descrédito significativo atribuido a una persona con una diferencia indeseable e indicó que el estigma es un poderoso signo de control social utilizado para marginalizar y deshumanizar a los individuos que presentan ciertas marcas que los desvalorizan, en consecuencia, los portadores de esas marcas pueden ser desacreditados inmediatamente cuando en la vida cotidiana esas marcas se hacen visibles, o cuando pueden ser descubiertas o reveladas”, acotaron, por su parte, Roberto Ariel Abeldaño et al., autores de la investigación Estigma internalizado en consumidores de drogas en Córdoba, Argentina.

En ese estudio, que tuvo como muestra un total de 87 pacientes mayores de 18 años de edad, quienes estaban bajo tratamiento de rehabilitación por consumo de sustancias psicoactivas en una institución pública argentina, determinaron que, por ejemplo, hubo más indicadores de estigma internalizado en pacientes con consumo de alcohol que en aquellos que presentaban policonsumo.

Por otro lado, y específicamente en lo que respecta a las diferentes condiciones de salud, afirmaron que las infecciones de transmisión sexual, los problemas de salud mental y el consumo de sustancias psicoactivas son las más estigmatizadas por la población en general, e incluso por parte del personal sanitario. En este último caso, la discriminación entre otros aspectos hace que personas con problemas de drogas no acudan de manera regular y estable a los centros asistenciales.

Con relación a los problemas de salud mental (por ejemplo, la depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad [TDAH] y el trastorno de personalidad antisocial), son considerados algunos de los factores que pueden incidir en el consumo de alcohol y otras drogas. Sin embargo, dicho consumo puede empeorar su estado.

“El consumo de drogas y los problemas de salud mental afectan las mismas partes del cerebro. En parte, este es el motivo por el cual algunas personas tienen ambos problemas. Además, alguien que se siente muy mal puede tratar de sentirse mejor consumiendo drogas. Pero, por lo general, eso no funciona por mucho tiempo. Al contrario, esa persona se puede volver adicta a las drogas y entonces se siente peor que antes. Un problema de drogas puede empeorar un problema de salud mental. Y un problema de salud mental puede empeorar un problema de drogas. Una persona que tiene ambos problemas necesita tratar los dos al mismo tiempo para mejorar”, advirtió el NIDA.


Las adicciones se pueden deber a diferentes causas, entre ellas, a hechos de la vida, como el duelo, el abuso sexual; a rodearse de grupos que consumen drogas; a casos de consumo de sustancias en la familia, etc. / Crédito: Pexels

Sin embargo, Abeldaño et al., basándose en otros autores, señalaron que existe “la preocupante tendencia de la población a considerar a los portadores de trastornos mentales como los responsables de sus propias condiciones (…) principalmente, en el caso del consumo de sustancias psicoactivas, en el que tanto la responsabilidad por el surgimiento del problema como de su solución es considerada como estrictamente individual y entendida en muchos ámbitos como un problema de orden moral”.

Asimismo, Hansen y la RIOD agregaron que el consumo de drogas tiende a estar relacionado, además de con los problemas de salud mental, con el VIH y la delincuencia. 

Partiendo, pues, de diferentes autores, indicaron que “las personas que sufren un trastorno adictivo son vinculadas usualmente, y de forma estereotipada, con la violencia, el narcotráfico y la prostitución, sobre todo en el caso de las mujeres consumidoras. Además, se etiqueta a estas personas como responsables de su problema, se asocia con el concepto de ‘vicio’ y la falta de voluntad, olvidando que un trastorno adictivo es un problema de salud. Asimismo, las consecuencias de dichos estigmas comportan un trato discriminatorio, una baja adhesión al tratamiento y el abandono e inicio continuo del tratamiento”.

En este sentido, mencionaron que, con respecto a los agentes implicados en el proceso de estigmatización, es muy importante tomar en cuenta no solo a las personas consumidoras, sino también a aquellos que los rodean y que tienen responsabilidad e influencia en estos procesos (también porque inciden de manera directa o indirecta en el estigma); es decir, la familia, los profesionales sanitarios, las personas que toman decisiones, los periodistas y medios de comunicación, etc.

¿Y qué sucede con el autoestigma? 

“El autoestigma (…) ocurre cuando las personas consumidoras interiorizan los estereotipos y existe una discriminación hacia sí misma. La etiqueta estigmatizante se convierte en la definición íntegra de la persona, pasando a interiorizar el estigma en su identidad e invisibilizando a la persona y el resto de esferas que conforman su identidad. Se internalizan las creencias estereotipadas y, por ende, se actúa autoexcluyéndose de ciertos ámbitos”, afirmaron Hansen y la RIOD.

Acotaron, así, que en la formación del estigma se acentúa la falta de motivación de las personas consumidoras a buscar ayuda o el miedo a tener problemas con las autoridades, debido, precisamente, a la estigmatización en su contra. Por ende, corren un mayor riesgo de sufrir daños a posteriori.

A su vez, agregaron que el autoestigma implica una serie de consecuencias sociales, de salud y psicológicas. En cuanto a las sociales, estas radican en los problemas familiares, la exclusión social, el desempleo y la desigualdad. 

Con respecto a las de salud, se pueden mencionar “el empeoramiento de la condición, la negación a buscar ayuda y la baja adhesión al tratamiento”, dijeron. 

Y en lo referente a las consecuencias psicológicas, hablaron de la culpabilidad, la vergüenza, la rabia, la ansiedad, el reproche hacia sí mismos y la merma de tanto la autoestima como de la autoeficacia.


Para prevenir y recuperarse de las adicciones, cobran especial importancia la autoestima, el autocontrol y el vigor de los vínculos afectivos. En el caso de la familia, cuentan la comunicación, el apoyo, la información sobre las drogas, el entendimiento del caso y la pronta respuesta ante el problema. / Crédito: Freepik

¿Qué ocurre en el caso de las mujeres?

La Asociación Proyecto Hombre, de España, informó en marzo de 2020 que, de las más de 18.000 personas con problemas de adicción que atiende anualmente, solo el 15% son mujeres.

Atribuyen la información a varias causas. En primer lugar, el que haya un mayor estigma en contra de las mujeres con problemas de adicción hace que les lleve más tiempo para pedir ayuda. Esto implica que, cuando accedan al tratamiento, presenten un deterioro más pronunciado en su salud. En segundo lugar, las mujeres tienen mayores cargas familiares; esto es, 13% de estas tienen hijos a cargo, a diferencia del 1% de los hombres. En tercer lugar, presentan más casos de problemas psicológicos y emocionales, salvo las conductas violentas y las alucinaciones, en las que los hombres son mayoría.

“Las mujeres presentan porcentualmente una mayor incidencia de problemas emocionales y psicológicos (70,9%, mujeres; 47,8%, hombres), depresión severa (69,5%, mujeres; 52,1%, hombres); ideación suicida severa (53,8%, mujeres; 31,7%, hombres) e intentos de suicidio (36,7%, mujeres; 20,4%, hombres)”, explicó.

En lo referente a las sustancias más consumidas por las mujeres que van a tratamiento, se supo que casi el 28% de estas ingiere más alcohol que el 15% de los hombres. 

“Esto también se refleja en las adolescentes, que están cambiando los patrones de consumo. Hay mucho más abuso de alcohol, tabaco, y están visibilizando nuevas formas de consumir”, dijo Elena Presencio, directora general de Proyecto Hombre.

¿Qué más se puede hacer para afrontar el problema del estigma?

Pese a las dificultades que genera el estigma, la sociedad no suele hablar abiertamente de él como tal. Sin embargo, esto alarga y profundiza la situación.

Zayra Álvarez, psicóloga colombiana y con experiencia en el manejo de casos de drogadicción en Colombia, afirmó que “[en ese país] se marginan ciertos círculos sociales y personas por el hecho de consumir, y se habla de eso a manera de exclusión, pero no es un tema [el estigma] que se toque tan abiertamente, es más una manera conductual; es decir, mostrar rechazo ante ciertos grupos que consumen”.

Por ello, se refiere al modo como el estigma repercute en la persona, sus actividades y   entorno.

“El estigma influye en las personas que son estigmatizadas, pues son los directamente afectados porque se vuelven personas excluidas por algún sector social. El estigma influye en la consecución de un trabajo, en insertarse en ciertos círculos sociales. Si miramos a la familia como un sistema, cada integrante afectará al sistema de alguna manera. Si la persona consume de una manera adicta, esto va a generar estigma y cambios estructurales en el interior de la familia porque no estará en capacidad de desarrollar todo su rol como debería ser”, aseguró.

Finalmente, considera que para evitar el estigma en todos los ámbitos se necesita educar a la gente tanto para prevenir el consumo de sustancias como para aceptar las diferencias de los demás. 

“El estigma se evita, primero, educando a las personas tanto para evitar el consumo de sustancias alucinógenas y educar para aceptar las diferencias de los otros. Los psicólogos pensamos que el consumo está evidenciando carencias afectivas y emocionales a nivel personal y familiar, y obviamente esta práctica afecta el normal desempeño de algunas actividades si se hace de manera excesiva. Nosotros no hablamos de estigma, pero sí de lo que el consumo puede provocar y su etiología”, afirmó.


Mediante la unión de la población nacional e internacional se puede educar para evitar la estigmatización / Crédito: Pexels

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