El sonido del despertador la sacó abruptamente de un sueño inquieto. Sentía el pecho apretado, la respiración entrecortada y una extraña sensación de urgencia. Su mente se llenó de pensamientos incontrolables: ¿Y si hoy algo sale mal? ¿Y si no logro manejar la carga del día? ¿Y si simplemente no puedo con todo?
Se sentó al borde de la cama, tratando de sacudirse la sensación de opresión. En su mente, sabía que nada malo estaba ocurriendo en ese momento. Sin embargo, su cuerpo reaccionaba como si estuviera en peligro.

Esta escena, que para algunos puede ser ocasional, es el día a día para muchas personas que lidian con la ansiedad. La sensación de estar atrapados en una espiral de pensamientos catastróficos es una de las manifestaciones más comunes de este estado. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de dejarnos arrastrar por el torbellino de preocupaciones, pudiéramos entrenar nuestra mente para encontrar calma en medio del caos?
Hoy exploramos cómo el diálogo interno puede convertirse en una herramienta poderosa para regular la ansiedad, basándonos en evidencia científica y estrategias prácticas para reeducar nuestra forma de pensar
La ansiedad y el impacto del pensamiento
La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante una percepción de amenaza, incluso cuando no hay un peligro real. Se activa a través del sistema nervioso simpático, liberando cortisol y adrenalina, lo que provoca síntomas físicos como taquicardia, tensión muscular y respiración acelerada (LeDoux, 2015).
Uno de los factores que mantiene y agrava la ansiedad es la forma en que pensamos. La hipervigilancia cognitiva (una tendencia a interpretar señales neutras como amenazantes) y los sesgos atencionales negativos (fijarnos solo en lo que podría salir mal) refuerzan la sensación de peligro constante (Beck, 2020).

La buena noticia es que nuestro cerebro tiene plasticidad, es decir, la capacidad de modificar sus patrones de pensamiento con la práctica (Davidson & McEwen, 2012). A través de técnicas basadas en la terapia cognitivo-conductual (TCC), el mindfulness y la regulación emocional, es posible entrenar el diálogo interno para que juegue a nuestro favor.
Reeducando la mente: estrategias basadas en evidencia
1. Reconocer que la ansiedad es pasajera
Uno de los mayores temores de quienes experimentan ansiedad es la sensación de que nunca desaparecerá. Sin embargo, estudios en neurociencia han demostrado que las emociones tienen un ciclo y que, si no se refuerzan con pensamientos negativos, tienden a disiparse en aproximadamente 90 segundos (Jill Bolte Taylor, 2008).
Estrategia: En el momento en que sientas ansiedad, en lugar de luchar contra ella, trata de observarla sin alimentarla con interpretaciones catastróficas. Puedes decirte a ti mismo: “Este es solo un estado temporal. Mi cuerpo está reaccionando, pero pasará”.
2. Regular la respiración para influir en la respuesta del sistema nervioso
La respiración es una herramienta fundamental para calmar la ansiedad, ya que activa el sistema nervioso parasimpático, encargado de restablecer el equilibrio después de una situación de estrés (Porges, 2017).
Estrategia: Practica la respiración diafragmática. Inhala profundamente en cuatro tiempos, sostén el aire un momento y exhala lentamente en seis tiempos. Repite varias veces hasta sentir un cambio en tu estado físico y mental.

3. Aprender a soltar la tensión con la exhalación
Nuestro cuerpo tiende a acumular tensión cuando estamos ansiosos, y liberar esa tensión de manera consciente ayuda a reducir la sensación de alerta.
Estrategia: Al exhalar, imagina que estás soltando el peso de la ansiedad. Puedes combinarlo con técnicas como la relajación muscular progresiva de Jacobson, que consiste en tensar y relajar diferentes grupos musculares para devolverle al cuerpo la sensación de calma.
4. Desarrollar una relación más compasiva con uno mismo
Las personas con ansiedad suelen ser muy críticas consigo mismas y pueden tener un diálogo interno hostil que refuerza su malestar (Gilbert, 2010).
Estrategia: Practica la autocompasión hablándote como lo harías con un amigo que está pasando por lo mismo. En lugar de castigarte por sentir ansiedad, valida tu experiencia y permítete encontrar formas saludables de afrontarla.
5. Traer la atención al presente para cortar la rumiación
Cuando estamos ansiosos, nuestra mente suele divagar entre recuerdos dolorosos del pasado y temores sobre el futuro, lo que nos desconecta del presente. La atención plena o mindfulness ha demostrado ser efectiva para reducir los síntomas de ansiedad y mejorar la regulación emocional (Kabat-Zinn, 1990).
Estrategia: Usa la técnica 3-2-1 para anclarte al presente:
• Observa 3 cosas a tu alrededor.
• Identifica 2 sonidos que puedes escuchar.
• Siente 1 sensación física en tu cuerpo.
Este ejercicio interrumpe el patrón de pensamientos ansiosos y ayuda a reconectar con el momento presente.
6. Reinterpretar los síntomas de la ansiedad
Uno de los mayores desafíos en la ansiedad es la interpretación de los síntomas físicos. Muchas personas los perciben como señales de que algo anda mal en su cuerpo, lo que puede generar más ansiedad y llevar a un círculo vicioso.
Estrategia: Cuando notes síntomas físicos como palpitaciones o tensión, en lugar de interpretarlos como un problema, trata de verlos como una reacción natural del cuerpo que no implica un peligro real. Puedes decirte: “Mi cuerpo está reaccionando al estrés, pero estoy a salvo”.

7. Cultivar la confianza en la propia capacidad de afrontamiento
Muchas veces, la ansiedad se alimenta del miedo a no poder manejar las dificultades que puedan surgir. Sin embargo, recordarnos nuestras propias fortalezas puede ayudarnos a sentirnos más seguros.
Estrategia: Lleva un registro de los momentos en los que has enfrentado situaciones difíciles y has salido adelante. Leerlo cuando sientas ansiedad puede recordarte que tienes más recursos de los que crees.
La mente como aliada en la regulación de la ansiedad
La ansiedad no es el enemigo, sino una respuesta natural del cuerpo que, cuando se desregula, puede generar sufrimiento. Sin embargo, la ciencia nos demuestra que podemos modificar la manera en que pensamos y reaccionamos ante ella.
No se trata de eliminar la ansiedad por completo, sino de aprender a navegarla con mayor calma y confianza. Con práctica y constancia, el diálogo interno puede convertirse en un recurso poderoso para transformar la relación con nuestra propia mente y encontrar paz en medio de la tormenta.

Referencias
• Beck, A. (2020). Anxiety Disorders and Phobias: A Cognitive Perspective. Basic Books.
• Davidson, R. J., & McEwen, B. S. (2012). “Social influences on neuroplasticity: Stress and interventions to promote well-being.” Nature Neuroscience.
• Gilbert, P. (2010). Compassion Focused Therapy: Distinctive Features. Routledge.
• Kabat-Zinn, J. (1990). Full Catastrophe Living: Using the Wisdom of Your Body and Mind to Face Stress, Pain, and Illness.
• LeDoux, J. (2015). Anxious: Using the Brain to Understand and Treat Fear and Anxiety. Viking.
• Porges, S. (2017). The Pocket Guide to the Polyvagal Theory: The Transformative Power of Feeling Safe.
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