Cuidar al otro es cuidarse a uno mismo.
El mundo ha ido cambiando y cada vez más rápido, la cultura ya no le ofrece al individuo, a la pareja, a la familia, a los niños, a los ancianos, los soportes emocionales y sociales que en algún momento lo hacía, como consecuencia, nos encontramos abandonados a nuestra propia suerte, cada persona tiene que encontrar la forma de sobrevivir en medio de esta confusión, caos y conflicto.
Los seres humanos hemos perdido el mapa que nos permitía responder a las preguntas. ¿De qué trata la vida? Y ¿Cómo podemos transitar la existencia para que ésta pueda ser gratificante? Tenemos un exceso de información y de propuestas, un recalentado de creencias, conocimientos y técnicas que se venden como recetas y fórmulas para encontrar la felicidad y dar sentido a nuestras vidas. Sin embargo, algo no funciona, las personas siguen sintiéndose mal, los diferentes entornos en los que nos desenvolvemos, cada vez son más conflictivos, abusivos, agresivos y violentos.
Hemos perdido la noción de comunidad, el valor de respeto a la vida, a la diferencia; nos hemos olvidado que pertenecemos a una especie que para sobrevivir, necesita de la interdependencia, hemos caído en la trampa de creer que podemos sobrevivir sólo siendo independientes, lo cual ha llevado a que las personas sólo se miren, piensen y preocupen por sí mismas, el otro es un objeto más que puede ser ignorado, olvidado o usado para el propio provecho, y en el peor de los casos, para agredir, manipular, y abusar física y psicológicamente. Muchas veces estas agresiones y abusos no son tan explícitos ni evidentes, se maquillan de humor, de frases “inocentes”, de comentarios “bien intencionados”, pero siguen causando malestar y daño en las personas que reciben estos comentarios en los diferentes contextos de la interacción social. Las oficinas, las escuelas y colegios, las reuniones familiares y de amigos, están llenas de interacciones y comentarios que impactan de manera negativa sobre las personas, socializar se ha convertido en algo peligroso, algo de lo cual hay que protegerse, ante lo cual hay que aprender estrategias, técnicas para defenderse y poder sobrevivir, como si se tratase de un arte marcial para ir a combatir en las calles.
La especie humana está en crisis, aquello que debería estar al servicio de su supervivencia (la comunidad) se ha convertido en su adversario, debido a esto, ahora las personas sufren más, tienen más ansiedad y depresión, las cifras de conductas autolesivas, intentos de suicidio y suicidio, en niños, adolescentes y adultos, cada vez son mayores, las personas se encuentran atrapadas en una realidad de malestar y sufrimiento por un lado, y por otro sin la posibilidad de acceder a espacios de intervención que les permita entender y hacer algo para salir adelante en medio de toda ésta vorágine que les devora en el día a día.
La salud mental no puede quedar reducida a las intervenciones y servicios que podemos ofrecer los profesionales de la salud: psicólogos clínicos y psiquiatras, no es suficiente ni tampoco nos es posible atender las causas de la crisis social que estamos atravesando. La salud mental depende de que la sociedad pueda educarse y así comprender que necesitamos del otro para poder sobrevivir, de pensar en que cuidar al otro no es dejar de pensar en uno mismo como individuo, al contrario, es lo más inteligente; pensar y cuidar al otro es cuidarnos a nosotros mismos, es cuidar a nuestros hijos y a quienes queremos, porque esas personas necesitan seguir interactuando con el mundo, necesitan sentir que pueden confiar en una comunidad que les respeta, que les acepta, que les toma en cuenta, que les cuida y que les brinda las herramientas y los escenarios para desarrollar el potencial que cada individuo tiene. Somo seres independientes e interdependientes, pertenecemos a un sistema, a una cultura y a una comunidad; sólo comprendiendo este principio fundamental, podemos recuperar nuestra posibilidad de sobrevivir y acceder a una existencia sostenible en el mediano y largo plazo, poder crear escenarios y horizontes hacia los cuales las nuevas generaciones se sientan inspiradas para seguir caminando. Todavía estamos a tiempo, necesitamos comenzar a aplicar nuevos comportamientos en la interacción social, sólo eso aportará de manera sustancial una mejora en nuestra calidad de vida, en nuestra salud mental, y de esta manera, en la disminución de los elevados índices de ansiedad, depresión, trastornos de la personalidad, trastornos de estrés postraumático, trastornos de la conducta alimentaria; adicciones y casos de abuso, bullying, mobbing, etc.
Necesitamos una nueva manera de leer la vida, una manera que se traduzca en conductas y comportamientos que nos sirvan de guía, que se encuentren alineados con este concepto fundamental que he descrito anteriormente: cuidar al otro y crear una comunidad basada en el respeto y la interdependencia.
¿Cuáles son esos comportamientos que podemos comenzar a aplicar desde ya?
- Escuchar a las personas, en lugar de pretender enseñarles cómo deben vivir sus vidas.
- Preguntarles ¿qué necesitan?
- Entender que existimos personas con características, pensamientos, intereses y necesidades diferentes, y que honrar la interdependencia es aprender a convivir con aquello que no nos gusta o no estamos de acuerdo.
- Recordar que cuando estamos agrediendo a alguien, estamos agrediendo a la comunidad, cuya razón de ser es proteger y cuidar a nuestros hijos y seres queridos, y a nosotros mismos como individuos, a lo largo del tiempo.
- Tomar en cuenta que detrás de cada individuo con el que interactuamos en el día a día, existe una historia de dolor, de conflicto, de sufrimiento y de situaciones que no conocemos y que están afectando el día a día de esa persona.
- Aprender a decir NO, y a respetar cuando otras personas nos dicen NO. Sin necesidad de rendir cuentas o pedir explicaciones al otro.
- Cultivar la amabilidad como regla básica de comportamiento en cualquier situación o contexto en el que nos encontremos.
- Aprender a poner límites en las situaciones en las que nuestra integridad, dignidad e intimidad sean violentadas o transgredidas.
- Aprender a expresar lo que sentimos y pensamos, en lugar de callarnos y convertirnos en cómplices de lo que nos está haciendo daño a nosotros o a alguien más.
- Hacerle saber al otro cuando está haciendo algo que nos gusta, cuando lo está haciendo de manera eficiente, por ejemplo, en el trabajo, en el servicio que recibimos en un restaurante o tienda, en la escuela, en nuestro entorno familiar.
- Cuidar las palabras que utilizamos en nuestras interacciones, una sola palabra poder ser el detonante de un profundo malestar para una persona, o de una experiencia gratificante y de alivio.
- Evitar hacer comentarios acerca de la apariencia física, existen muchas personas que están atravesando procesos difíciles en relación a ese tema, y un comentario acerca de su apariencia física, no sólo que no contribuye en nada, sino que agudiza su malestar y dificulta la posibilidad de que puedan salir adelante.
- Cuidar al otro no quiere decir responsabilizarse de los problemas de las otras personas, cada individuo es responsable de su propia vida, quiere decir: al menos no hacer daño a través de lo que decimos y hacemos en las interacciones que tenemos con los demás.
La salud mental es el resultado del comportamiento individual de las personas en sus diferentes contextos y situaciones del día a día, en la medida en la que podamos construir una comunidad funcional, saludable, estaremos contribuyendo a la vez a la salud mental de los individuos. Una comunidad saludable produce individuos saludables, una comunidad disfuncional produce individuos con problemas de salud mental.
Cuidemos al otro, para cuidarnos a nosotros mismos.
Sobre el autor:
Psic. Esteban Prado.
Esteban Prado es Psicólogo Clínico, graduado en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, especializado en la Universidad de Buenos Aires ( UBA ), Management y factor humano en la Universidad de Belgrano (Buenos Aires), especializado en Psicología de la salud y Máster en Psicoterapia Cognitivo Conductual (Pontevedra -España).
Especializado en (Dialectical Behavior Therapy – DBT) para el tratamiento de trastorno de personalidad límite y trastorno de estrés post-traumático. ( Málaga-España).
Miembro activo de la ACBS (Association for Contextual Behavioral Science). Michigan-EE.UU
Actualmente se desempeña como psicoterapeuta, experto en psicología de enlace ( impacto psicológico de enfermedades en las personas), supervisor clínico, en constante actualización en estudios del comportamiento humano, análisis funcional de la conducta, etología, neurociencias, neurología, genética, lingüística, filología, semiótica y epistemología.
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