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Así como el psiquismo del ser humano puede contribuir a que este supere un hecho adverso o potencialmente traumático, también puede llevar a que se estanque y quede preso de la crisis

El duelo, el trauma y el crecimiento postraumático

Escrito por Indira Ullauri en .

Artículo escrito por Indira Ullauri, psicóloga clínica y gerente general de Superar Centro Integral de Psicología

Para comprender qué sucede cuando ocurre un trauma, es importante analizar la situación psicológica de la persona que vive un hecho fuerte y considerar las características de dicho hecho, si es potencialmente traumático.

El psiquismo humano puede desarrollar y fortalecer habilidades de afrontamiento para digerir, asimilar o superar situaciones difíciles, que, de una manera u otra, ocurrirán a lo largo de la vida. Del mismo modo, el psiquismo puede lesionarse, fragmentarse o, simplemente, presentar vulnerabilidades que le impiden a una persona desplegar la fortaleza que se requiere para aceptar un hecho adverso o una experiencia que podría ser traumática.

El sufrimiento y lo adverso son condiciones inevitables que, en algún momento,  nos tocará vivir a todos; sin embargo, la manera de actuar es diferente. Casi todas las personas vivirán una crisis ante una situación que podría ser traumática, lo que no es indicador de enfermedad ni patología, sino una reacción natural ante lo sucedido. La crisis se revela a través de síntomas físicos, emocionales, cognitivos o sociales. 

Muchos, a su vez, lograrán avanzar hacia una etapa de aceptación, crecimiento y transformación, pero otros se anclarán en la crisis, por lo que se quedarán fijos y atrapados en la escena que genera sufrimiento. Cuando ello sucede, entonces podemos hablar de trauma. 

Hablar de trauma exige el análisis de la realidad psicológica que la persona muestra mediante la respuesta que dé al hecho potencialmente traumático y, al mismo tiempo, obliga la comprensión de lo que conlleva la crisis. 

El trauma desnuda la vulnerabilidad psíquica del sujeto, la misma vulnerabilidad que puede estar determinada o condicionada por diferentes factores, por ejemplo, los psicológicos. Cuando existen, por decir algo, situaciones de discapacidad que le impiden a la persona desarrollar recursos para aceptar o asimilar una experiencia que podría ser traumática, el grado de desarrollo psíquico puede ser otro factor de vulnerabilidad. Entre otros casos, podemos ver el de un niño cuando, al vivir alguna experiencia que desconoce y que, además, es intensamente angustiante, no tiene palabras ni definiciones para darle sentido a lo sucedido. 

Otro factor de vulnerabilidad psicológica lo podemos ver en la experiencia continua de frustración, fracaso o miedo, que lleva a percibir el mundo como algo negativo, abrumador, limitante, y conduce al individuo a que se crea incapaz, insuficiente o impotente.

Las experiencias de la vida, la calidad de las relaciones, las condiciones adecuadas de crianza, entre otros aspectos, son fundamentales para fortalecer el psiquismo y disminuir la vulnerabilidad. Sin embargo, el estilo y una calidad de vida negativos pueden desarrollar una vulnerabilidad que pone en riesgo a la persona cuando debe atravesar por aquellos episodios de sufrimiento inevitable que aparecen de forma distinta, pero que siempre, al menos en algún momento, se presentarán en cada historia de vida. Así, el trauma depende mucho de la realidad subjetiva.

También pueden hallarse factores de vulnerabilidad biológica que se expresan por un débil o alterado funcionamiento psicofisiológico cuando ocurre una situación de crisis.

La vulnerabilidad social puede, asimismo, impedir el afrontamiento adecuado y la superación de una crisis. Cuando el sujeto no percibe que en el entorno hay contención, protección ni apoyo, el no poder contar con ello (y que además se queda en la experiencia intensa y la vivencia de soledad), la repercusión de lo vivido puede acentuar el trauma.

Del mismo modo, es imprescindible analizar las características del evento potencialmente traumático para comprender la condición y el riesgo del consultante. La sobrestimulación del “yo” por un hecho fuerte que rebasa la capacidad de afrontamiento es uno de los aspectos relevantes en la conformación del trauma. Hechos que ponen en riesgo, amenazan la vida, la seguridad, etc., crean, entre otras muchas consecuencias, la posibilidad de pérdida. Sin duda, implicarán una estimulación excesiva y negativa del “yo”, la cual puede inhabilitar la activación de mecanismos eficaces de respuesta o, incluso, activar la emergencia de reacciones impulsivas.

Los significados que imperan en la época y en el contexto del consultante son elementos que se conjugan y pueden originar un trauma. El cómo una persona interpreta y recibe lo que le sucede es un factor fundamental para que se cree el trauma. Los mecanismos evitativos como el aislamiento, el consumo de substancias y el abuso de fármacos son otros indicadores que se deben tomar en cuenta para el análisis del trauma y sus posibilidades de recuperación.

La vivencia de crisis por experiencias intensamente angustiantes no finaliza siempre en la configuración del trauma ni en la fijación en este, sino que tiene la posibilidad de crecimiento, trascendencia y transformación, y ese deberá ser el camino por seguir, aunque para ello primero esté el acompañamiento, a fin de vivir, contener o resistir. 

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