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El estigma puede incluso presentarse en el personal sanitario. Esto hace que las personas con consumos problemáticos de drogas se inhiban de pedir ayuda oportuna en los centros de salud

El grave problema del estigma y las adicciones

Escrito por Adriana Ramirez en .

Las adicciones, en general, implican una serie de problemas que afectan desde la salud hasta las relaciones y el estado de ánimo de la persona que atraviesa por esta situación. Sin embargo, aún hay un problema en particular, del que, por cierto, no suele hablarse tan abiertamente, y es el del estigma. 

De este modo, en este trabajo nos referiremos, específicamente, a cómo el estigma, es decir, las etiquetas excluyentes y peyorativas que atribuyen la sociedad, los Gobiernos, los cuerpos de seguridad, el personal sanitario, la misma familia, etc., incide en los consumidores de alcohol y otras drogas, en su recuperación y tratamiento, calidad de vida, relaciones, autoestima y reincorporación a todos los ámbitos.

Aunque a veces, por cierto, esas etiquetas no sean atribuidas de manera expresa y directa, acarrean serias consecuencias, entre ellas, la discriminación, la segregación y la desigualdad por parte de algunos, y, por ende, el resentimiento, la afectación de la autoestima, el empeoramiento de la situación, las conductas de riesgo y el distanciamiento de quien es estigmatizado (o del grupo estigmatizado). 

Así, se pueden dar casos, como, por ejemplo, que al individuo se le niegue el derecho a la salud o que él mismo deje de ir a los servicios sanitarios por temor al maltrato; el que no se vacune hoy en día contra la COVID-19; el que su salud física o mental se pueda ver más agravada todavía, sobre todo, si tiene afecciones o condiciones preexistentes (algunas personas podrían consumir sustancias psicoactivas para tratar de sentirse mejor, pero las adicciones empeoran su estado; también algunas personas podrían ser consumidoras por problemas familiares, la misma presión social o por otros motivos); el que cuerpos de seguridad y demás violen sus derechos humanos, y el que no puedan estudiar, trabajar, prosperar o acceder y mantener siquiera una vivienda digna.

El estigma, pues, es visto como una etiqueta que desacredita a quien ―o a quienes― presenta una diferencia indeseable, y es considerado un signo de control social que hace que un grupo determinado desvalorice, deshumanice y margine a los que tengan ciertas marcas, como es el caso de las adicciones, pero también pueden ser etiquetas de tipo religioso, racial, físico o mental (algún tipo de discapacidad, de defecto físico o problema de salud mental), sexual, económico, etc.

Lea nuestro artículo  Las drogas y el estigma: cuánto afecta y cómo corregirlo:

El mismo estigma lleva a que estas personas sean vinculadas a otros estereotipos y, por ende, prejuicios, tal es el caso de la delincuencia, el narcotráfico, la violencia, la prostitución, sobre todo en cuanto a las mujeres, los mismos problemas de salud mental, las enfermedades de salud sexual y el VIH.

Nora Volkow, directora del Instituto Nacional de Abusos de Drogas, de Estados Unidos (NIDA, por sus siglas en inglés), indicó en un artículo, el cual se publicó en 2020, que aún sigue el estigma en el caso del campo de la salud y, en específico, en el de los trastornos por consumo de drogas, y que todavía se les culpa ―a los que lo afrontan― de su adicción, aun cuando en el ámbito médico existe el consenso de que la adicción es un trastorno complejo del cerebro.

“El estigma es un problema asociado con trastornos de salud que abarcan desde el cáncer y el VIH hasta muchas enfermedades mentales. Ha habido algunos adelantos alrededor de ciertos trastornos; la educación del público y el amplio uso de medicamentos eficaces han desmitificado la depresión, por ejemplo, y la han hecho menos tabú de lo que era en generaciones anteriores. Pero no se ha avanzado mucho en la eliminación del estigma que rodea los trastornos por consumo de drogas. Aún se sigue culpando a las personas adictas de su enfermedad. A pesar de que en el ámbito médico hay consenso desde hace muchos años de que la adicción es un trastorno complejo del cerebro que tiene componentes conductuales, el público ―e incluso muchos de quienes integran el sistema del cuidado de la salud y el sistema judicial― continúa viendo la drogadicción como el resultado de cierta debilidad moral y defectos del carácter”, afirmó. 

En ese sentido, el mismo NIDA señaló que las drogas pueden modificar la manera como funciona el cerebro, además de que estos cambios pueden durar mucho tiempo y repercutir en el comportamiento de quien presenta algún tipo de adicción.

Así, las adicciones pueden causar, por un lado, fuertes daños físicos, como, por ejemplo, problemas cardiacos, pulmonares, respiratorios, estomacales, renales, hepáticos, el VIH/sida y la hepatitis, y, por el otro, pueden incidir en el estado de ánimo de la persona y manifestarse mediante la tristeza, la rabia, la euforia, la depresión, la irritabilidad, incluso por situaciones que no lo ameritan, y hasta creer ver cosas que no existen.

Se dice, por cierto, que, en el caso de la salud, las infecciones de transmisión sexual, los problemas de salud mental y el consumo de sustancias psicoactivas son las más estigmatizadas por parte de la población en general, pero también por el personal sanitario.

El estigma en el ámbito de la salud 

Para Volkow, el estigma por parte del personal sanitario, que, de manera tácita, ve el problema de las drogas o del alcohol como una falta del paciente, hace que este reciba una atención deficiente o que la misma persona no busque tratamiento.

A su vez, el estigma lleva a que a veces el personal sanitario expulse a los que tienen fuertes señales de intoxicación o síntomas de abstinencia de las salas de emergencias. 

Dichas expulsiones se pueden dar porque los sanitarios temen que estos se comporten inadecuadamente, o asumen que solo están ahí porque quieren drogas. Por eso, es muy importante que el personal esté entrenado en cuanto a consumidores de sustancias psicoactivas, de manera que sepan intervenir y tratarlos con idoneidad. 

El resultado de dichas expulsiones, afirmó Volkow, es que los adultos interiorizan el estigma, se avergüenzan y se niegan a buscar tratamiento. Esto último se ha dado en llamar autoestigma y, por tanto, el individuo se autoexcluye. Dada esta situación, la persona no busca ayuda médica ni psicológica.

“El estigma no solo impide la prestación o la búsqueda de atención médica; en realidad, puede intensificar o incluso reiniciar el consumo de drogas, ya que desempeña un papel clave en el círculo vicioso que lleva a las personas adictas a continuar con el consumo”, dijo.


El estigma incide en el retraso de la recuperación de la persona / Crédito: Pexels

Asimismo, agregó en otro artículo, que se publicó en agosto de 2021, que las personas con problemas de consumo de drogas podrían verse penalizadas en algunos estados de Estados Unidos, pero también podrían afrontar daños a su salud por no ir a los centros sanitarios en busca de asistencia.

“El temor a las posibles consecuencias penales puede influir de muchas formas potencialmente perjudiciales en las decisiones que las personas toman sobre su salud. Saber que un individuo consume drogas podría ser información importante que debería considerarse en una visita médica de rutina; ocultar el consumo podría hacer que un médico pase por alto factores importantes de la salud del paciente. En algunos estados, las mujeres embarazadas que tienen trastornos por consumo de drogas corren el riesgo de ser acusadas de abuso infantil o de perder sus derechos parentales si el niño presenta evidencia de exposición prenatal a las drogas o nace con síndrome de abstinencia neonatal. El temor a tales consecuencias del consumo de drogas puede hacer que las mujeres eludan la atención prenatal, el tratamiento y otros servicios muy necesarios”, apuntó.

Por otro lado, advirtió que, de acuerdo con los Centros del Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), también de Estados Unidos, los trastornos por consumo de drogas son una de las afecciones que incrementan el riesgo de contagiarse gravemente de la COVID-19.

Así, se ha dicho que, dado que el coronavirus que causa la COVID-19 afecta los pulmones, podría representar un peligro para aquellos que vapean o que fuman tabaco o marihuana. A su vez, los que consumen opioides y metanfetaminas podrían ser vulnerables por los efectos que estos generan en el sistema respiratorio y pulmonar. También, y, debido a que las personas con trastornos por consumo de drogas son más propensas a carecer de vivienda o a ir a la cárcel, corren un mayor peligro, pues están expuestas a un mayor contacto con otras personas y a una menor protección.

“Otros riesgos para las personas con trastornos incluyen un menor acceso al cuidado de la salud, inseguridad habitacional y mayor probabilidad de encarcelación. El acceso limitado al cuidado de la salud pone a las personas adictas en una situación de mayor riesgo de contraer muchas enfermedades, pero si se colma la capacidad de los hospitales y clínicas podría ocurrir que estas personas adictas ―que ya son objeto de estigmatización y se ven marginadas por el sistema de cuidado de la salud― se enfrenten con barreras aún mayores en el tratamiento de la COVID-19. La falta de vivienda o la encarcelación pueden exponer a las personas a entornos en los que están en contacto directo con otras personas que también podrían tener un mayor riesgo de infección”, señaló.

Entre el estigma y el autoestigma

La psicóloga Gisela Hansen Rodríguez y la Comisión Estigma de la Red Iberoamericana de las ONG que Trabajan en Drogodependencias (RIOD) apuntaron en la investigación Estigma, consumo de drogas y adicciones: conceptos, implicaciones y recomendaciones que el estigma influye en la persona consumidora en el antes, el durante e incluso en el después de haber empezado el tratamiento. Esta situación puede llevarlo a que no haya una adherencia fuerte al tratamiento y que hasta lo deje o lo reinicie continuamente, lo que impide su recuperación estable y progresiva.

Acotaron que, en este sentido, se debe trabajar con todos aquellos que están relacionados de manera directa e indirecta con los procesos de estigmatización. Así, en este caso, no sería solo con los consumidores, sino también con la familia, el personal sanitario, las personas que se encargan de tomar decisiones, los periodistas y medios de comunicación, etc.

Por otra parte, entre las consecuencias más negativas del estigma se encuentra el autoestigma, que lleva a que su autoestima, su participación y relaciones se vean afectadas.

“El autoestigma (…) ocurre cuando las personas consumidoras interiorizan los estereotipos y existe una discriminación hacia sí misma. La etiqueta estigmatizante se convierte en la definición íntegra de la persona, pasando a interiorizar el estigma en su identidad e invisibilizando a la persona y el resto de las esferas que conforman su identidad. Se internalizan las creencias estereotipadas y, por ende, la persona actúa autoexcluyéndose de ciertos ámbitos”, afirmó.

El autoestigma también puede implicar, desde el punto de vista psicológico, los sentimientos de culpa, vergüenza, rabia, ansiedad, el reproche hacia sí mismo y la merma de sentirse eficaces y de actuar como tal.

Por su parte, Felisa Pérez Antón, presidenta de la Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD), vicepresidenta de la RIOD y vicepresidenta de la Unión de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente (UNAD), considera, en una entrevista que se publicó anteriormente en el blog de Superar Centro Integral de Psicología que, por un lado, los consumos más estigmatizados son los de la heroína, la cocaína y el alcohol. Esto se ve empeorado si se trata de un individuo que se encuentre en una situación de vulnerabilidad social que sea de consideración, tal como es el caso de los que viven en la calle. 

Por el otro lado, también habló del peso del estigma en contra de las mujeres, quienes se ven más estigmatizadas si, por el consumo problemático de alguna sustancia o por alguna adicción, no pueden cumplir con su papel de madres, esposas, hijas, cuidadoras, etc. Por último, se refirió al estigma en sí y a cómo son vistas las adicciones. “Hemos empezado muy tarde a profundizar en el tema del estigma y su vinculación con las adicciones. Las adicciones son vistas como un problema que la propia persona ha buscado; además, como muchas drogas son ilegales, la asociación con su consumo y la delincuencia es muy habitual. Por ello, más que hablar de estigmas, debemos hablar de dobles, triples estigmas, ya sea como persona consumidora, como supuesto delincuente, como mujer que no cumple con el mandato social de cuidadora, como migrante, entre otras situaciones”, explicó.


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