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La flexibilidad moral de la masa, según Freud

Escrito por José Altamirano en .

¿Qué causa la flexibilidad moral con la que algunos juzgan un cierto uso de la violencia dependiendo del contexto en el que este se produce (p. ej. las protestas)? ¿Se trata de una respuesta a las condiciones de injusticia o del medio para lograr un fin? Para Freud, sin embargo, la flexibilidad moral depende de dos factores de la psicología de masas: enamoramiento e indentificación. Esto explica la tolerancia a rebasar las limitaciones morales usuales y ahí radica su peligro.

Algunas justificaciones del uso de la violencia

Por fuera de un contexto de la protesta, si unas personas queman el negocio de una de nuestras tías (ataque a la propiedad) o si manosean a una de nuestras hermanas sin su consentimiento (ataque a la libertad) o si las matan (ataque a la vida), esos serían actos condenados sin ambages por la mayoría. Sin embargo, en el contexto de una protesta, para muchos, esos mismos actos parecerían poder devenir algo justificable bajo la idea de que esa violencia no sería otra cosa que una respuesta a otras violencias más “estructurales”, como la pobreza. Pero la persona que cometería, por fuera del contexto de protesta, uno de los actos descritos arriba, también podría ser alguien que ha sufrido, a su vez, algún tipo de violencia, y no por eso la justificaríamos pensando que no merece al menos algún tipo de sanción. El dolor de la tía que pierde su negocio seguiría estando presente, independientemente de si se produce en un contexto de protesta o no. Entonces, ¿cuál es la diferencia que podría explicar esa transformación del jucio moral? Podría ser la finalidad: mientras por fuera del contexto de protesta la violencia no apunta a ningún tipo de reivindicación política, en el contexto de la protesta la violencia sería la herramienta del cambio social. “El fin justifica los medios”. Todo aquel que piense que sus ideas políticas o económicas son las mejores o las más justas (no importa si son conservadoras, socialistas, fascistas o comunistas) estaría autorizado al uso de la violencia necesaria para lograr imponerlas. Sin embargo, existen casos en los que se observan aflojamientos de la consciencia moral sin la aspiración a un cambio social determinado. El joker de C. Nolam, pero, sobre todo el de T. Phillips, dan buenos ejemplos de ello. 

La respuesta de Freud: identificación y enamoramiento

Ahora bien, Freud ya se respondió a esta pregunta hace un siglo. Para él, la flexibilidad del jucio moral no se explica por la condición social del violento ni por la finalidad que él perseguiría. Su explicación es más compleja y depende de sus hallazgos sobre la psicología de masas.

Freud indica que las masas se caracterizan tanto por una inhibición y homogenización del rendimiento intelectual como por un aumento de la afectividad. Para él, el aflojamiento de las normas morales en la masa no debería asombrar, ya que la consciencia moral no sería, origialmente, “otra cosa que ‘angustia social’. Toda vez que la comunidad suprime el reproche, cesa también la sofocación de los malos apetitos, y los hombres cometen actos de crueldad […] que se habían creído incompatibles con su nivel cultural”. ¿Qué provocaría esta suspensión del reproche moral? Freud lo atribuye a dos efectos presentes en la formación de la masa, según Le Bon: el contagio y la sugestión (hipnosis). 

Freud pone en serie: enamoramiento, hipnosis y formación de masa. La hipnosis es un enamoramiento sin satisfacción sexual directa (aunque no deja de ser un convencimiento fundado en una relación libidinal y no intelectual) y la masa, una hipnosis en grupo (así como la hipnosis es una masa de dos). Freud explica el enamoramiento como la sustitución del ideal del yo (instancia cruel y crtítica del yo, encargada de la observación de sí y de, precisamente, la consciencia moral) por un objeto amado. Luego de la sustitución, la crítica del ideal del yo es acallada y el sujeto deviene en un siervo del objeto amado, “todo lo que el objeto hace y pide es justo e intachable. La conciencia moral no se aplica a nada de lo que acontece en favor del objeto; en la ceguera del amor, uno se convierte en criminal sin remordimientos”. Dicha sustitución explica los sacrificios que la gente hace en nombre del amor. Una vez que reestablecido el ideal del yo en su lugar, adviene la vergüenza y el reproche: “¿cómo fui capaz de hacer eso?, ¿qué tenía en la cabeza?”. Se trata de un fenómeno muy similar al de la persona que despierta de una sugestión hipnótica y no se reconoce en la conducta que estaba realizando. 

Por otra parte, Freud acerca el fenómeno del contagio a la identificación, es decir, al rasgo de un semejante que podemos reconocer al mismo tiempo como propio. 

La diferencia radica en que mientras en el enamoramiento el objeto ocupa el lugar del ideal del yo, en la identificación el objeto se pone en el lugar del yo.Para Freud, y es la traducción que hace de la concepción de Le Bon, la masa se sostiene de “enamoramiento” (sugestión) al líder (o a un ideal nuevo) e identificación (contagio) entre los miembros. La masa depende de una doble ligazón libidinosa, con el líder y con el resto de los miembros, por ejemplo, en el catolicismo, el amor a Cristo y la hermandad con el resto de los feligreses que se reconocen como semejantes por compartir ese amor. “Una masa […] es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo”. 

La supresión de la consciencia moral en el contexto de protesta respondería, por tanto, a la sustitución del ideal del yo individual por el amor a un líder/ideal (nuevo) en cada uno de los miembros de la masa. Eso equivale a la supresión del reproche y, por tanto, de la vida moral, es decir, de la “angustia social”, aunque tal vez sea mejor decir que su moralidad obedece a otro amo(r).

El ideal lo justifica

Si se revisa el testimonio de Juan Cuvi en el documental “Alfaro Vive Carajo: Del sueño al caos”, se encuentra un ejemplo paradigmático del fenómeno de forzamiento que se hace al poner en paréntesis las inhibiciones morales en nombre de un ideal. Cuvi afirma: 

El hecho de amenazar con un arma a una persona es un poquito delicado, o sea ponerle un arma en la cabeza a alguien y ver cómo el tipo se transforma y se pone pálido (…) mucha gente se descompone (…) eso ya es desagradable (…) pero usualmente no te pones a pensar demasiado en esos detalles porque (…) tienes un paraguas que es todo tu proyecto, todo tu fundamento ideológico, todas tus convicciones políticas que son las que te dan (…) sustento, solvencia, firmeza en lo que estás haciendo.

Lo que se revela ahí es que cada vez que nos sentimos obligados a hacer algo que no queremos en nombre de un bien superior ―ya que sería el medio para alcanzarlo―, corremos el riesgo de caer en la pasión de la violencia justificando el obrar del odio que yace en cada uno de nosotros. Es decir, podemos comenzar a justificar el medio cada vez más independientemente del fin perseguido hasta que el medio mismo se convierte en el fin.

La condena o la flexibilidad moral dependen de una condición subjetiva¿Qué nos enseñan los conceptos freudianos de la psicología de las masas del paro de junio del 2022 en Ecuador? Salvo que se diga, por ejemplo, “yo no marcho, yo trabajo” o “hay que ser empáticos y no hablar desde el privilegio”, eso no depende de la argumentación racional, sino que son los estados finales de la existencia o ausencia del mencionado proceso de sustitución. Por eso la “empatía” no se dirige en todos los casos, o en los mismos grados, hacia los manifestantes (la identificación es su condición). En otros casos se dirige, por ejemplo, hacia quienes no pudieron salir a trabajar. Todo depende de la diversidad de aspiraciones humanas, irreconciliables y no homogenizables, o para decirlo en términos freudianos, del malestar en la cultura. 


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