Depresión, ansiedad y redes sociales
Las redes sociales, esos medios de difusión de información e interrelaciones entre usuarios conocidos ―y no― de todo el mundo, se han convertido en vitrinas de imágenes felices, pero también en expositores de problemas de salud mental.
Si bien podemos encontrar hashtags como #depresión, #ansiedad, #DíaMundialContralaDepresión, #saludmental, como una manera de, por un lado, crear conciencia acerca de estos trastornos, y, por el otro, como un medio de educación y desahogo de quienes los viven, también hay quienes advierten de riesgos como la estigmatización, la burla, el ciberacoso, la trata de personas, el sexting (compartir contenido sexual) y el afán por ser aceptados, superseguidos o por recibir “likes”.
Por eso, más allá de encontrar en las redes sociales un medio para drenar y compartir opiniones acerca de los problemas de salud mental, también se aconseja la privacidad y orientación profesional que da la consulta con un especialista.
Para hablar con propiedad sobre la salud mental y las redes sociales: qué dicen los estudios
Se han hecho varias investigaciones sobre la relación que existe entre trastornos de salud mental, como la depresión y la ansiedad, y las redes sociales.
Aunque los resultados varían, algunos de estos han indicado un aumento en el número de casos durante los últimos años debido a diferentes razones (algunos niegan, sin embargo, que las redes sociales ejerzan un efecto perjudicial en la salud mental). Por ejemplo, su incidencia en la autoestima, la presión social, el uso excesivo de las redes y de aparatos como el teléfono y las computadoras y, por consiguiente, su efecto tanto en el sueño como en la depresión; la imagen corporal y el acoso cibernético.
Este fenómeno cobra una mayor importancia aún en los últimos meses, específicamente en gran parte de lo que fue 2020, y hoy en día, a causa de la pandemia de la COVID-19, que todavía continúa.
Lea nuestro artículo Depresión y ansiedad durante la pandemia de la COVID-19
De acuerdo con el Hospital San Joan de Déu, de Barcelona, España, “la mayor incidencia del uso de las redes sociales se da entre los jóvenes de 16 a 24 años” (…) [y] “el uso diario o casi diario de Internet ha aumentado rápidamente en la última década. En 2007, solo el 22% de las personas del Reino Unido tenían al menos un perfil en las redes sociales, mientras que en 2016, esta cifra había aumentado al 89%”.
Así, cita un estudio que se hizo en el mismo Reino Unido sobre el efecto de las redes sociales en los jóvenes, específicamente en el bienestar y la salud mental de los usuarios de esas aplicaciones, sobre todo de Instagram. Esta, por cierto, ha sido “considerada la peor red para la salud mental de los adolescentes”, afirmó el hospital.
En cuanto a los efectos negativos, habla precisamente de la ansiedad y la depresión. De este modo, 4 de cada 5 jóvenes aseguraron que el uso de las redes sociales hace que su sentimiento de ansiedad empeore.
Una causa de ello radica en que mientras que los jóvenes ven que sus amigos salen y se divierten, ellos están perdiendo esos momentos. La situación también se puede traducir en una sensación de aislamiento, exclusión, tristeza y baja autoestima al no calar en los patrones de aceptación de los demás.
“Las imágenes a menudo poco realistas que se ofrecen en las redes sociales pueden hacer que los jóvenes tengan sentimientos de autoconciencia, baja autoestima y la búsqueda del perfeccionismo que puede manifestarse como trastornos de ansiedad”, agregó.
A su vez, el sueño, factor clave para el buen descanso y la salud mental, se ve afectado por el uso excesivo de las redes sociales y de artículos electrónicos como los teléfonos y las computadoras antes de dormir, o incluso por despertarse en la noche nada más que por ver qué hay en las redes.
“Uno de cada cinco jóvenes afirma despertarse durante la noche para consultar mensajes en las redes sociales, lo que multiplica por tres el hecho de sentirse cansados en la escuela, en comparación con los compañeros de clase que no utilizan las redes sociales durante la noche”, acotó.
Otros problemas que también pueden afectar la autoestima
Otros problemas que, asimismo, pueden mermar la autoestima tienen que ver con la necesidad de los jóvenes de poseer un cuerpo o una cara perfectos, en vista de que otros publican imágenes en las que la belleza y la perfección se imponen, aun cuando se deban realmente a programas para retocar fotos.
Esta situación los lleva a querer hacerse cirugías plásticas, a empezar regímenes alimentarios que van a los extremos, a no quererse o a descalificar a los que no entran en sus cánones de belleza.
Asimismo, está el ciberacoso, por el que los niños o adolescentes acosados se pueden sentir deprimidos, ansiosos, estresados, discriminados, señalados. Ello acarrea un deterioro en el rendimiento escolar, irritabilidad, tristeza profunda, aislamiento, autolesiones y hasta el suicidio.
“Las investigaciones sugieren que 7 de cada 10 jóvenes han sufrido abusos en línea en algún momento de su vida. Si bien el término ‘ciberacoso’ suele utilizarse como si fuera un fenómeno independiente, lo cierto es que se trata de una extensión del acoso, un problema con el que llevamos mucho tiempo conviviendo. El acoso aprovecha trasfondos sociales de prejuicios y discriminación y suele afectar en mayor medida a personas con características protegidas como la raza, la religión, la sexualidad, la identidad de género y la discapacidad”, explicó, por su parte, Liam Hackett, fundador y director general de Ditch the Label, organización en pro de la igualdad y en contra del acoso, del Reino Unido.
“El informe de Ditch the Label y Brandwatch, en el que se analizan 19 millones de tuits publicados en un periodo de cuatro años, concluyó que solo en Twitter se habían observado casi 5 millones de casos de misoginia. El 52% de los insultos misóginos registrados habían sido publicados por mujeres y se centraban normalmente en el aspecto, la inteligencia y las preferencias sexuales de otras mujeres. El informe notificó 7,7 millones casos de racismo, 390.296 casos de homofobia y 19.348 mensajes transfóbicos enviados a través de Twitter”, dijo.
Por otro lado, se encuentra el llamado “miedo a perderse algo” o FOMO, iniciales de lo que en inglés se conoce como fear of missing out. Este miedo tiene que ver con el no participar en eventos sociales o el no saber qué está pasando en las redes mediante fotos y videos que usuarios publican.
“La expresión describe una nueva forma de ansiedad surgida con la popularización del móvil y las redes sociales, una necesidad compulsiva de estar conectados”, dijo.
Finalmente, también se encuentra lo que se conoce como vaguebooking, es decir, mensajes poco claros y preocupantes que pueden alarmar a los lectores, puesto que pueden encerrar un llamado de auxilio o ser el reflejo de un problema grave.
“El contenido de los mensajes podría examinarse para determinar quién presenta un mayor riesgo de depresión o suicidio”, publicó la página web OpenMind, que entrevistó a Chandler McClellan, investigador del Centro de Estadísticas y Calidad de la Salud Conductual, organismo dependiente de la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias de Estados Unidos.
Recomendaciones para desconectarse
Se recomienda que los padres, siendo modelos de sus hijos, controlen el tiempo que ellos mismos pasan ante las redes sociales y los artículos electrónicos. Así, los niños y adolescentes pueden seguir su buen ejemplo y sentirse motivados a leer, practicar alguna actividad física juntos, hacer la comida, concentrarse en sus deberes, meditar…
También se aconseja poner horarios para desconectarse y, de este modo, poder compartir, disfrutar entre sí y hablar acerca de diferentes temas, inquietudes y preocupaciones. Para esto, la hora de la comida es una buena oportunidad para disfrutar juntos y no estar conectados con los usuarios de redes ni atentos a videojuegos, lo que puede aumentar la agresividad, el sedentarismo y la obesidad.
Los padres también deben dedicarles tiempo y atención de calidad a sus hijos, de modo que estos sientan que encuentran en ellos, y no en otros, a amigos con los cuales hablar, creer, confiar.
Aspectos positivos de las redes sociales
Por supuesto que no todo es negativo en las redes sociales. Al ser herramientas en las que se entretejen relaciones afectivas, profesionales o comerciales, hay ventajas que nos pueden beneficiar a todos. Estas son:
- Nos podemos relacionar con familiares, amigos, colegas, pero ciertamente no pueden sustituir la cercanía ni la calidez de las relaciones cara a cara.
- Podemos conocer personas de todas partes del mundo, por lo que las distancias se acortan.
- Nos ayuda a darnos a conocer profesional y comercialmente.
- Podemos hacer campañas en pro de alguna causa.
- Contribuye a poder informar de manera veraz, equilibrada y plural, y compartir o comentar información del mismo tipo.
- Nos lleva a conocer instituciones, ONG, centros de investigación, etc., y sus obras.
- Podemos crear y pertenecer a grupos sociales o con intereses afines, de manera que compartamos pareceres, necesidades, y luchemos por un mismo motivo.
- Los Gobiernos, organismos públicos y entes internacionales cuentan con el gran poder de movilizar a la ciudadanía a través de las redes sociales.
“Existe evidencia de que la depresión predispone al ataque cardíaco y a la diabetes, lo que a su vez aumenta la probabilidad de padecer depresión. Muchos factores de riesgo como el bajo nivel socioeconómico, el consumo de alcohol y el estrés son comunes a los trastornos mentales y a otras enfermedades no transmisibles”
Organización Panamericana de la Salud (OPS)
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