Depresión y ansiedad en el ámbito laboral, en general, y en el sanitario, en particular: claves para protegernos
El buen empleo trae innumerables satisfacciones: nos permite recibir una remuneración acorde con nuestras funciones y preparación; aprender procedimientos, conocimientos y habilidades; aumentar y fortalecer nuestra autoestima; nos impulsa a capacitarnos y ascender, y nos motiva a mantener buenas relaciones con nuestros compañeros y jefes, relaciones que pueden durar toda la vida.
También nos lleva a sentirnos seguros física, mental y económicamente si las condiciones están dadas para ello; es decir, si hay un ambiente laboral que sea cordial, respetuoso e inclusivo; si se previenen los accidentes laborales; si se tiene la certeza de crecimiento y desarrollo; si se cumple la ley laboral y si se tiene conciencia de la importancia de la salud mental.
Pero cuando no es así, pueden surgir problemas como el estrés, la ansiedad y la depresión o que estos se agraven, si es que el empleado ya los afrontaba, y que puede ser que no los haya comunicado por miedo al rechazo o a la discriminación.
Lea nuestro artículo Depresión, ansiedad y redes sociales
En estos tiempos de la COVID-19, dichos problemas han cobrado un mayor auge, dados los cambios imprevistos que ha supuesto la nueva enfermedad. Una vez que fue declarada pandemia a mediados de marzo de 2020, la población mundial se vio envuelta en una serie de medidas inesperadas, para velar por la salud de la gente, pero que, a su vez, acarrearon consecuencias. Tal es el caso de los efectos mentales del aislamiento y la distancia social en la población en general, pero, en particular, en aquellas personas que ya presentaban trastornos de salud mental o enfermedades crónicas; también en el personal sanitario, los adultos mayores, las mujeres, los niños y adolescentes, los inmigrantes y refugiados.
A su vez, se vio la disminución en los servicios de salud mental en los centros asistenciales, comunitarios y educativos; el miedo y la incertidumbre ante el cierre de empresas y, por consiguiente, la pérdida de los medios de vida; la interrupción repentina de los tratamientos psicológicos; el incremento de la violencia doméstica, etc.
Sobre la depresión y la ansiedad
La depresión y la ansiedad, cuando son vistos como trastornos de salud mental, son afecciones muy comunes. La depresión, que se presenta, entre otros síntomas, mediante una tristeza muy profunda, sensación de vacío, desesperanza y ansiedad, posee diferentes tipos de cuadros. La ansiedad, por su parte, se manifiesta mediante la ansiedad, el nerviosismo, el miedo, el pánico, las preocupaciones, y también posee diferentes tipos de trastornos. Los dos problemas se pueden manifestar de manera conjunta, y para ambos existen tratamientos como la psicoterapia, la medicación o una combinación de estos. Además, el buen estilo de vida es esencial. Implica nutrición, ejercitación, relajación, información sobre el caso, dormir y el no consumo de alcohol, drogas o tabaco.
¿Qué hacer cuando la depresión y la ansiedad se instalan en el trabajo?
En el lugar de trabajo existe lo que se conoce como factores psicosociales y los riesgos psicosociales.
En primer lugar, los factores psicosociales en el trabajo son ―según la guía Prevención de riesgos específicos en centros educativos, de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, España― “aquellas condiciones que se encuentran presentes en una situación laboral y que están directamente relacionadas con la organización, el contenido de trabajo y la realización de la tarea, y que tienen capacidad para afectar tanto al bienestar o la salud (física, psíquica o social) del trabajador como al desarrollo del trabajo. Los factores psicosociales son susceptibles de provocar daños a la salud de los trabajadores, pero también pueden influir positivamente en la satisfacción y, por tanto, en el rendimiento”.
Entre los factores psicosociales se encuentran la actividad de la empresa y su imagen ante la sociedad; aspectos como la iluminación, el ruido, la temperatura, el ambiente contaminado, y aspectos concernientes a la tarea laboral como tal, entre ellos, el contenido del trabajo, la supervisión-participación, la autonomía temporal.
También están la definición del rol que se ejerza, la mucha o poca asignación de labores, la remuneración, el interés por el empleado, las relaciones personales, la comunicación, los horarios rígidos, las largas jornadas, el desgaste profesional, la intimidación laboral (mobbing), el acoso sexual…
Cuando los factores psicosociales son positivos se traducen en una mayor motivación, organización y productividad, satisfacción personal y grupal, y logros para la empresa. Sin embargo, cuando son negativos, también denominados riesgos psicosociales, implican absentismo (falta del trabajador a su puesto), presentismo (menos productividad), desmotivación, mayor número de accidentes y averías, relaciones interpersonales deterioradas, rotación de personal, mayor propensión a cometer errores, consecuencias legales, etc.
El Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS), de España, añade que dichos riesgos psicosociales perjudican la salud de los trabajadores, causan estrés, y, a largo plazo, enfermedades cardiovasculares, respiratorias, inmunitarias, gastrointestinales, dermatológicas, endocrinológicas, musculoesqueléticas y mentales.
Cifras que hablan del problema, y soluciones
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), que cita a la Organización Mundial del Trabajo (OIT), apunta que más de 374 millones de personas sufren accidentes laborales anualmente y que 1.000 personas mueren cada día por este motivo. A su vez, 6.500 personas fallecen por enfermedades profesionales.
Por su parte, Manal Azzi, especialista en salud y seguridad en el trabajo de la OIT, se refirió al exceso de trabajo debido a la actual sobredemanda de la conectividad. Dijo que el 36% de los empleados labora más de 48 horas semanales por un incremento de la conectividad en esta era de Internet y el teletrabajo, dos herramientas esenciales en estos días de pandemia.
“Cada vez más se pide una mayor entrega a las personas. No tienen tiempo para descansar mentalmente o tener otras ocupaciones o tiempo para sus actividades de ocio”, señaló Azzi, quien afirmó que esta situación afecta más a las mujeres, puesto que tienden a hacer varias tareas a la vez.
Sin embargo, no todo es malo. Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS) enumera una serie de aspectos positivos sobre el tratamiento de la depresión en el trabajo. Estos son:
- Hay pruebas de que tratar la depresión conlleva una disminución de entre el 40% y el 60% del ausentismo o del presentismo.
- Solo con invertir un dólar en el tratamiento de la depresión y la ansiedad, se genera una ganancia de 4 dólares en una mejor salud y habilidad para trabajar.
- Cuando se aborda la depresión en el trabajo de manera proactiva, se producen logros como una reducción de los costos y la creación de un ambiente de trabajadores más sanos.
- Es de suma importancia que los empleadores y colegas de trabajo identifiquen los síntomas de depresión de sus compañeros. El objetivo es que los puedan ayudar a tiempo.
Conocer la importancia de la salud mental y la creación de factores psicosociales positivos en el trabajo implica una cultura organizacional basada en la prevención, la colaboración, la empatía, la inclusión, la resiliencia y la superación.
“La promoción de la salud mental en el lugar de trabajo y el apoyo a las personas que sufren trastornos psiquiátricos hace más probable la reducción del absentismo laboral, el aumento de la productividad y la obtención de beneficios económicos que conllevan estos efectos. (…) Las organizaciones tienen la obligación de prestar apoyo a las personas con trastornos mentales para realizar su trabajo o reincorporarse al mismo. Los estudios demuestran que el desempleo, en particular si es de larga duración, es perjudicial para la salud mental. [Hay iniciativas que pueden ayudar a las personas que padecen trastornos mentales]. En particular, la flexibilidad horaria, la adaptación de las tareas asignadas a estas personas, la lucha contra las dinámicas negativas en el lugar de trabajo y la confidencialidad y facilitación de la comunicación con los cuadros directivos les pueden ayudar a continuar realizando su trabajo o reincorporarse al mismo”, afirmó.
Depresión y ansiedad en el personal sanitario
El personal sanitario, que de por sí ejerce una de las profesiones más riesgosas del mundo y lleva a cuestas la importante tarea de velar por la salud de las personas, se han visto especialmente afectados durante la pandemia. Esto, a causa de factores como el exceso de trabajo, el riesgo a contagiarse y a contagiar a sus familiares y vecinos, la exposición a ataques físicos y verbales de parte de pacientes y parientes. También por la exposición al duelo, la falta de equipos, insumos y servicios básicos, la mala remuneración y los dilemas éticos y morales.
De acuerdo con la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), las posibles reacciones en situaciones de estrés intenso como la actual son de tipo emocional (ansiedad, impotencia, frustración, irritabilidad, miedo, etc.), cognitivas (confusión o pensamientos contradictorios, dificultad de concentración para pensar de forma clara o para tomar decisiones, dificultad de memoria, pensamientos obsesivos y dudas, sensación de irrealidad, etc.), conductuales (hiperactividad, aislamiento, verborrea, llanto incontrolado, etc.) y físicas (temblores, cefaleas, mareos, taquicardias, insomnio, etc.).
No obstante, el personal sanitario debe tomar conciencia de la gran importancia que es cuidarse a sí mismo y entre ellos. De eso depende el buen cuidado que le puedan garantizar a la población.
Para eso, se debe alimentar, hidratar, ejercitarse, relajarse, desconectarse, descansar, compartir y pedir ayuda o ayudar cuando otros miembros de su equipo lo necesiten.
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