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El Privilegio de Sentirnos Valiosos: Reflexiones desde la Salud Mental y el Amor 

Escrito por Superar en .

Escrito por:  David Barragán Ochoa 

Psicólogo clínico y músico. Desde su adolescencia mostró interés por adentrarse en
los misterios de la mente. Estudió psicología clínica y obtuvo una maestría en
psicoterapia. El piano acompañó su vida desde muy pequeño. Su cercanía al arte, así
como sus experiencias de vida, fomentaron su interés por las relaciones humanas, los
fenómenos mentales y la espiritualidad. Actualmente ejerce su profesión en el ámbito
psicoterapéutico y mantiene proyectos en las áreas de la investigación social y
educación psicológica. Así también, continúa su camino de maduración artística
desarrollando proyectos relacionados a la educación musical y como concertista de
piano.


La salud mental es una experiencia humana. Los seres humanos somos imperfectos y nuestras experiencias también lo son, por tanto, la salud mental es imperfecta, y por su imperfección, es una experiencia de plenitud. 

El ilusorio llamado a la perfección (“la vida perfecta/exitosa”) que el mundo moderno nos participa, nos hace creer que tenemos que ser felices, que debemos controlar nuestras emociones, que es de sabios callar los enojos y reprimir las tristezas, que los problemas son algo errado y el placer (concretizado en dinero, vicios o poder) es el camino hacia la realización. 

Desde esta perspectiva, la salud mental es imperfecta, pues no conlleva una perenne felicidad. Es fantasioso esperar una vida sin contrariedades y un control absoluto sobre el mundo o los demás. Son los problemas, la falta de control sobre lo incontrolable, la tristeza y la incomodidad las que, tanto como las dichas y alegrías, se suman para cimentar la plenitud sobre la cual se forja la salud y la experiencia de estar vivo. La salud mental, como reflexionaremos a continuación, implica caminar en nuestra existencia siendo tal como somos y sintiendo lo que sentimos mientras nos relacionamos transparentemente con el mundo y con nuestro ser. 

La Salud Mental es Trascendente 

La salud mental no requiere de una felicidad incansable, sino que la trasciende y se vuelve una profunda sensación que envuelve todas las dimensiones de la experiencia humana. La salud mental colorea nuestras experiencias y se establece como un aspecto trascendente de nuestra mente. El “yo trascendente”, “yo como contexto” (Hayes, Strosahl y Wilson, 2012), “la mente sabia” (Linehan, 2015), la autoconsciencia, entre otras denominaciones… la dimensión trascendente de nuestra psique ha sido filosofada y teorizada ampliamente, llegando, de manera repetida, a conclusiones similares: desde esta instancia de nuestra psique observamos nuestra propia mente, juzgamos nuestros pensamientos y reconocemos nuestras emociones. Este aspecto permite “pensar acerca de lo que pensamos, pensar acerca de lo que sentimos, sentir acerca de lo que pensamos y sentir acerca de lo que sentimos” (Laso, 2013). 

El ser humano es un ser relacional: nos relacionamos con todo (cosas, personas, actividades), incluso con nosotros mismos. Es en esta última relación en donde se cimienta la salud mental. Muchas psicoterapias contemporáneas, algunas aplicando el concepto de “metacognición” (más allá de la cognición), postulan que los contenidos de nuestra mente pueden ser simplemente observados y que podemos defusionarnos de ellos para que no definan nuestros actos e identidad (Hayes, Strosahl y Wilson, 2012). 



Podemos llegar a pensar: “soy tonto e inútil”, pero eso no significa que lo seamos: es solo un pensamiento. Si la relación de una persona consigo misma es positiva, comprenderá que a la mente le gusta pensar y envía miles de pensamientos, muchos de ellos negativos, pero entiende que son solo pensamientos que, al no corresponder con lo que siente sobre sí misma, llegan, pasan y se van. Contrariamente, si la persona, en su profundidad, siente que, en realidad, es tonta e inútil, los pensamientos serán fieras acechantes que deben atenderse con cautela para no dejarse dañar. En cuyo caso, la persona entra en una guerra interna a la cual su mente responde con más intensidad, intentando gritarle el dolor profundo que tiene por sentirse tonta. Y la persona sufrirá con angustia su pesar, desarrollando aversión y miedo a su propia mente. 

Pero la mente no es perversa por gritar lo que nos duele o por pedir atención a nuestras tristezas, la mente solo pide que la escuchemos con amabilidad, que nos acerquemos y abramos nuestras almas a su sabiduría. La mente expresa lo que profundamente somos y nuestra relación con ella define la armonía en nuestras experiencias de vida o, de modo contrario, la tensión angustiosa que sentimos internamente. 

En esta relación trascendente se da la experiencia de sentimos valiosos, amados y dignos de existir siendo quienes somos. Es fácil engancharse con la vida y abrirse a experimentar para una persona que es amable consigo misma, que es capaz de escucharse y sentirse, que tiene curiosidad por conocerse y que se siente competente para afrontar las adversidades. Es apasionante explorar el mundo con curiosidad y sorpresa, incluso cuando esto pueda traer consigo incomodidad o cierto dolor. Pues una persona que se siente valiosa entiende que el dolor y la tristeza, la alegría y la curiosidad, el enojo y la incertidumbre… todas las experiencias humanas, sin excepción, son valiosas y las aprovecha como oportunidad para intimar consigo misma y conocerse un poco más. Esta persona sabe que la tristeza es valiosa, que en ella hay intimidad, reflexión y crecimiento. También escucha su enojo, pues sabe que éste señala un límite traspasado sin prudencia. Tener salud mental implica sentirse digno y libre para apreciar todo el rango de experiencias humanas y entender lo valioso de cada una. Tener salud mental significa apasionarse en la aventura de sentir. 

Somos Seres Relacionales 

Pero hay algo más. Ya que los humanos somos relacionales, la calidad de nuestra relación con el sí mismo se nutre de las semillas que las relaciones interpersonales y el entramado social van dejando durante nuestras vidas. “El ser humano es constitutivamente social” explica Maturana (1985, p. 12). Y continúa “no existe lo humano fuera de lo social […] Para ser humano hay que crecer humano entre humanos”. Nos desarrollamos como individuos por estar inmersos en un mundo social que promulga la individualidad y sienta las bases de nuestra identidad. La profunda sensación de quienes somos y cómo es el mundo se constituye a partir de la internalización de nuestras relaciones interpersonales significativas (Laso, 2020). 

Si al relacionarnos en la infancia entendimos que merecemos atención, que nuestras necesidades son importantes y que tenemos la posibilidad de transparentarnos frente a otro y ser bien recibidos, con seguridad en la adultez nuestra autopercepción se caracterizará por sentimientos de dignidad y seguridad. Los padres y figuras significativas en el crecimiento de un niño tienen una responsabilidad fundamental en el fomento de la relación nutricia con el sí mismo. Al ser las primeras y más importantes figuras de referencia, su capacidad de transmitir amor y respeto serán claves para el establecimiento de la salud mental del niño. 

A su vez, la capacidad de conectarse con sus hijos a través del amor depende de la relación de los padres con consigo mismos. Cuando los padres, producto de un ambiente nutricio, se sienten amados y respetados, y son capaces de sentirse e intimar con su esencia, serán capaces de demostrar con pureza y sinceridad la certeza de que sus hijos son valiosos por ser quienes son. De esta manera, les transmiten un mensaje de seguridad y compañía, que se establece como la sensación de ser capaz de afrontar la vida y estar acompañados mientras lo hacen. 

La relación con el sí mismo es co-construida en el contexto relacional. Si este es nutricio, se fomenta la salud, pero si está marcado por violencia, la angustia secuestrará la mente y la tensión e insatisfacción caracterizarán esta profunda relación. “Uno no puede recibir lo que a sí mismo se niega” (Laso, 2018, p. 23). Cualquier signo de amor será interpretado como cualquier cosa, menos amor, por alguien que aprendió que no es digno de ser amado. 

La Violencia es el Enemigo Primordial de la Salud Mental 

Si de niños aprendimos que el amor que recibimos depende de nuestro éxito estudiantil, probablemente de adultos nos volvamos perfeccionistas incansables porque entendimos que para recibir amor hay que ganárselo, que debemos luchar para obtenerlo y que no somos dignos de ser amados a menos que nos esforcemos para ello. O si el bullying nos hizo creer que somos objetos de burla, inferiores y que merecemos irrespeto de los demás, probablemente en la adultez estaremos siempre a la defensiva porque, en el fondo, seguimos sintiendo inferioridad ahora camuflada con fastidio, enojo o explosividad. 

La salud mental es tan amplia que se involucra con todas las dimensiones del ser y tan profunda que constituye las bases de nuestra experiencia de vida. Pero la violencia también llega a tal profundidad. La violencia deshonra la humanidad, la irrumpe con dolor y angustia. El mensaje implícito en todo acto violento es “tú no eres valioso, no mereces ser amado ni respetado.” ¡Hay que tener cuidado! Así como este mensaje se transmite con actos manifiestos como golpes o insultos, también puede comunicarse con pequeñas palabras y gestos sencillos. 

Una simple mirada puede ser una herramienta de destrucción feroz si se dirige a la denigración de nuestra humanidad. Los propósitos atrás de los actos violentos no siempre son conscientes, pero siempre aparecen desde una postura denigrante. Y, si escarbamos profundo, atrás de esta postura, con seguridad encontraremos heridas dolorosas ante las cuales las personas reaccionan violentamente para pretender alivianar su dolor, sin advertir que, contrariamente, lo perpetúan. 

La sociedad ha normalizado la violencia e incluso la ha disfrazado de amor. Es violento el padre que pretende proteger a su hija a través del control excesivo impidiéndole experimentar el mundo desde su autonomía. Es violento el padre que, producto de un contexto machista, le dice a su hijo triste “los machos no lloran, no seas nena”, pues su hijo entiende: “no debo llorar, no puedo ponerme triste”. Esto fragmenta su experiencia: desde entonces niega, esconde y aparta cualquier tristeza, sintiendo culpa o miedo de experimentarla porque “debe ser un macho”. También es violenta la madre “preocupada” que, sin ser consciente de su propia frustración (nacida de la frustración de sus propios padres), exige perfección a su hija, golpeándola por cualquier “mala” nota. Así, la hija entiende que es insuficiente y quedará marcada por el ansia irresoluble de sentirse, por fin, suficiente. La violencia es el principal enemigo de la salud mental. 

Lo Bueno de Vivir: Amor y Salud Mental 

Sin embargo, la humanidad nos brinda la oportunidad de amar, motor fundamental de la salud. Nuestra autoconsciencia y trascendencia nos otorgan libertad. Y la libertad, nutrida por relaciones positivas y responsabilidad, es tierra fértil que fecunda el inmenso y colorido bosque de la comunión (Laso, 2021). Para amar debemos honrarnos y para honrarnos debimos ser amados. Si somos capaces de amar sin condición y valorar el misterio de la humanidad, podremos involucrarnos con la vida y todo lo que implica. 



Tener salud mental es tener propósitos y asumir responsabilidades. La salud mental implica ética, compasión, empatía y aprecio. Es ser capaz de comprometerse con las actividades que nos apasionan, actuar desde nuestros valores y amar, incluso corriendo el riesgo de llorar un poco (Saint – Exúpery, 1946). Ser saludable es sentirse parte de un mundo del cual se reciben dones y se contribuye positivamente. Así también, la salud mental implica responsabilidad personal, interpersonal, social y medioambiental. 

La salud mental es la experiencia de sentirnos valiosos, amados y competentes en un mundo que, sin ser perfecto, nos dio la oportunidad de experimentar nutriciamente la conexión humana. Pero recuerda: ¡la vida no es perfecta! No todos tuvimos la oportunidad de ser amados y respetados. Si tú, amable lector, tuviste este maravilloso privilegio, tienes una noble responsabilidad: amar a quienes te rodean. Una sola experiencia de amor puede salvar la vida a un alma herida. No obstante, si las adversidades impidieron que el amor nutra adecuadamente tu corazón, te invito a reconocerte y honrar tu existencia con la certeza de ser valioso. Así, esperamos que, en un futuro no muy lejano, podamos todos comulgar de una misma fuente de salud, amor y dignidad. 


Referencias 

Hayes, S.C, Strosahl, K.D. y Wilson, K.G. (2012). Acceptance and commitment therapy: The process and practice of mindful change (2da ed). Nueva York, NY: The Guilford Press. 

Laso, E. (2013). En Defensa de la Metafísica. Barcelona: Universidad Autónoma de Barcelona. 

Laso, E. (2018). El Amor en Clave Emocional: Enamoramiento, Desconfirmación y Terapia de Pareja. Redes, 11-36. 

Laso, E. (2021). Honrar las Necesidades: Un Principio Integrador para una Terapia en Clave Emocional. En T. Zohn, N. Gómez, & R. Enríquez, Emociones y Psicoterapia: Caminos e Intersecciones (págs. 114-168). Guadalajara, México: ITESO. 

Laso, E. (2022). El Suicidio: La Perspectiva de la Clave Emocional. Mosaico, 82-103. 

Linehan, M. M. (2015). DBT skills training manual (2da ed.). Guilford Press. 

Maturana, H. (1985). Biología del Fenómeno Social. Talleres de Investigación en Desarrollo Humano: México. 

Saint – Exupéry, A. d. (1946). El Principito. Buenos Aires: EMECÉ Editores S.A. 

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