La depresión: ahondando en un foso del que se puede salir
Quizás ya sabes qué es la depresión, pues la has vivido en carne propia. Sabes que no es una simple tristeza, sensación de vacío o de desesperanza. Conoces ese llanto, esa irritabilidad, ese deseo de aislarte, aunque las relaciones satisfactorias enriquezcan el cerebro y el corazón.
Sabes que la depresión te quita el sueño y hasta el apetito o que, por el contrario, te empuja a dormir y a comer más. Sabes que te puede generar dolores de cabeza o de estómago, y que te hace sentir fatigado, fatigada; desconcentrado, desconcentrada.
Quizás, por el contrario, no has vivido un cuadro depresivo, cuyos síntomas y tipos pueden variar, pero puede que algún conocido sí lo haya hecho. Entonces, ¿qué se debe saber? ¿Cómo actuar y ayudar en un caso semejante y a tiempo? ¿Por qué no debes subestimar la depresión? ¿Por qué no se debe pensar que es tan solo “un signo de debilidad”?
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es un trastorno mental frecuente y afecta a más de 300 millones de personas. Perjudica más a la mujer que al hombre, puede llevar al suicidio o a muertes prematuras debido a enfermedades y es la principal causa de discapacidad en el mundo.
La Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) habla de este problema en Estados Unidos.
“La depresión, que también se conoce como trastorno depresivo mayor o depresión clínica, es una de las enfermedades mentales más comunes en Estados Unidos. Según el Instituto Nacional de Salud Mental (National Institute of Mental Health), en el 2014, un estimado de 15,7 millones de adultos ―aproximadamente el 6,7 por ciento de la población adulta estadounidense― sufrió de al menos un episodio depresivo mayor”.
La OMS también agregó que la carga mundial de depresión y de otros trastornos mentales está aumentando, a lo que se ha sumado la pandemia de la COVID-19, que fue declarada como tal en marzo de 2020. Hasta la fecha, hay más de 96 millones de casos confirmados y más de 2 millones de fallecimientos a escala mundial, que pueden ir incrementándose en la medida en que no se masifiquen las vacunas y se propague el virus.
Tipos de depresión y síntomas
Los episodios depresivos se clasifican según la cantidad e intensidad de los síntomas. Así, la OMS habla de episodios leves, moderados o graves.
Sin embargo, aclara que “una distinción fundamental es la establecida entre la depresión en personas con y sin antecedentes maniacos. Ambos tipos de depresión pueden ser crónicos y recidivantes [la enfermedad reaparece], especialmente cuando no se tratan”.
Trastorno depresivo recurrente: se caracteriza por episodios de depresión que ocurren varias veces. Se presenta durante un mínimo de dos semanas y se manifiesta mediante un estado de ánimo deprimido, la pérdida de interés y de la capacidad de disfrutar. También puede haber ansiedad, alteración del apetito y del sueño, sentimientos de culpa y baja autoestima, problemas para concentrarse y hasta síntomas sin explicación médica.
El organismo acotó que en los casos de los episodios de depresión leve, las personas pueden seguir, aunque con dificultad, sus actividades laborales, académicas o sociales. No es así, sin embargo, en el caso de las personas con episodios de depresión grave. A estas se les dificulta más continuar con su rutina.
Trastorno afectivo bipolar: se caracteriza por episodios maniacos y depresivos que están separados por periodos de un estado de ánimo normal. Los episodios maniacos se presentan junto a situaciones de irritabilidad, hiperactividad, logorrea (locuacidad excesiva), demasiada autoestima y menos necesidad de dormir.
Factores de riesgo de la depresión
Este problema de salud mental se puede deber a diferentes causas. En ello influyen factores sociales, psicológicos, biológicos, genéticos. Situaciones como el desempleo, la muerte, el maltrato físico o el abuso sexual, el consumo de ciertos medicamentos como, por ejemplo, los de la presión arterial alta o las pastillas para dormir, el consumo de drogas o alcohol y los problemas psicológicos pueden acarrear depresión.
En el caso específico de la COVID-19, el confinamiento prolongado, el aislamiento, la incertidumbre, el miedo al contagio, el rechazo, el abandono, la violencia doméstica, alguna enfermedad preexistente agravada, los desalojos y la xenofobia también pueden incidir en la aparición o en el empeoramiento de la depresión. Asimismo, esta puede generar más estrés y ansiedad.
De acuerdo con la APA, las personas con historias familiares de casos de depresión o aquellas que presentan enfermedades cardiovasculares o cánceres corren un mayor riesgo de caer en la depresión.
¿Cómo se presenta la depresión en las diferentes etapas de la vida?
La APA, citando al Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, publicó que en 2014, aproximadamente 2,8 millones de adolescentes de entre 12 y 17 años de edad, es decir, más del 11%, tuvieron al menos un episodio depresivo mayor.
Advirtió que, aun cuando los adolescentes tienden a ser temperamentales, se debe estar alerta en el caso de que estén demasiado irritables, desmotivados con frecuencia o que tengan accesos de tristeza permanente durante un periodo de dos semanas o más. En una situación así, se recomienda acudir a un profesional de salud mental para que lo diagnostique.
Pese a que la mayoría de los jóvenes se pueden recuperar de la depresión, estudios señalan que la mayor parte de las personas que sufrieron este problema en la infancia corren más riesgo de volver a vivir episodios recurrentes en la adolescencia o en la adultez.
Por su parte, Pilar de Castro Manglano, especialista de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra, de España, indicó que “aproximadamente un 5%, o uno de cada 20 niños y adolescentes, tendrá un episodio depresivo antes de cumplir los 19 años. La realidad es que menos de la mitad de estos niños reciben un tratamiento adecuado. Los estudios muestran que los padres suelen subestimar seriamente la intensidad de la depresión de sus hijos. Investigaciones recientes muestran que los niños y adolescentes padecen depresión con síntomas a veces parecidos a los de los adultos, y también con otros síntomas específicos y diferentes según la edad”.
Aparte de los síntomas generales ya descritos, también se pueden presentar aburrimiento persistente, inasistencia a clases, bajo rendimiento estudiantil, consumo de drogas o alcohol, autolesiones, conversaciones sobre intenciones de escaparse de casa y pensamientos o expresiones acerca de la muerte o intención de suicidarse.
En cuanto a las personas de 60 años o más, la demencia y la depresión son los trastornos neuropsiquiátricos más frecuentes.
“La depresión unipolar [considerada depresión normal] afecta a un 7% de la población de ancianos en general y representa a un 5,7% de los años vividos con una discapacidad entre las personas de 60 años de edad y mayores. En los establecimientos de atención primaria de salud la depresión no se diagnostica ni se trata como debiera. Es frecuente que los síntomas de este trastorno en los adultos mayores se pasen por alto y no se traten porque coinciden con otros problemas que experimentan los adultos mayores. Los adultos mayores con depresión tienen un desempeño más deficiente en comparación con los que padecen enfermedades crónicas como las enfermedades pulmonares, la hipertensión arterial o la diabetes sacarina”, apuntó la OMS.
En este caso, la Mayo Clinic, de Estados Unidos, añadió que puede haber síntomas como los problemas de memoria o cambios en la personalidad, dolores físicos, no querer salir de casa y pensamientos o sentimientos suicidas, sobre todo en los hombres mayores.
Aunque el adulto mayor se puede mostrar reticente a buscar ayuda, la depresión es un problema que, como tal, no se puede tomar a la ligera.
“La depresión puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave, y puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades escolares, laborales y familiares. En el peor de los casos puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan cerca de 800 000 personas, y el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años”.
OMS
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