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Violencia contra las mujeres y las niñas, un grave problema que hiere y mata

Escrito por Adriana Ramirez en .

Hoy Carmen pidió ayuda a gritos porque su esposo la golpeó, pero ningún vecino la auxilió. Pese a esa situación, no sabe si lo va a denunciar. 

María ve con frecuencia cómo su padre insulta a su mamá diciéndole que “está vieja, fea y gorda”. Él nunca la ha dejado trabajar, pero la somete económicamente. La amenaza con no darle dinero para sus gastos o quitarle a los hijos y la casa si se llega a divorciar.

Patricia sufre abusos de los que no quiere hablar; la depresión la ha llevado a las adicciones.

Teresa tiene discapacidad auditiva; también, cansancio, hartazgo, de las burlas de su hermano. La llama “idiota”, pero desconoce su sufrimiento, lo mismo que sus habilidades, capacidades, metas y sueños. 

Estefanía está presa en un país donde gobierna un dictador y donde hay cárceles de presos políticos. Ha sido víctima de torturas. Es opositora y, por tanto, considerada enemiga del régimen.

Carmen, María, Patricia, Teresa y Estefanía son personajes ficticios, protagonistas de cinco historias creadas para este texto, pero que pudieran ser reales no solo dentro de la familia, sino también en la escuela, en el trabajo, en la comunidad, e incluso, por parte del mismo Estado.  

Ya antes de la pandemia de la COVID-19, la violencia contra las mujeres y las niñas dejaba su huella visible o “invisible” (psicológica, económica, digital) en la sociedad. No obstante, con la implementación de medidas para evitar contagios, como el confinamiento y el distanciamiento social; con consecuencias como la precariedad económica debido al cierre de empresas y a los despidos, el miedo a enfermarse y a morir, el duelo por los mismos fallecimientos que siguen aumentando a escala mundial, el incremento del consumo de alcohol y otras drogas, y el estrés, ha traído consigo otro peso: el auge de los casos.

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“Incluso antes del brote de COVID-19, la violencia contra las mujeres y las niñas había alcanzado proporciones pandémicas. En el último año, 243 millones de mujeres y niñas han sufrido maltrato por parte de sus compañeros sentimentales en todo el mundo. Mientras tanto, menos del 40 por ciento de las mujeres que sufren violencia lo denuncian o solicitan ayuda”, afirmó ONU Mujeres el año pasado.

El organismo agregó que las llamadas a las líneas de ayuda se habían multiplicado por cinco como consecuencia del alza de los casos de violencia, sobre todo en el hogar. En otros casos, sin embargo, las denuncias formales de violencia doméstica han disminuido debido a dos razones: la dificultad de las sobrevivientes para pedir ayuda y el no poder acceder a los servicios de apoyo a través de los canales regulares.   

“Sin posibilidad de acudir a la escuela y sin empleo, los cierres de escuelas y las dificultades económicas han empobrecido a las mujeres y las niñas, haciéndolas más vulnerables a la explotación, el maltrato, el matrimonio forzado y el acoso”, dijo.

¿Qué tipos de violencia se conocen?

La violencia contra las mujeres y las niñas es considerada, ante todo, una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos en el mundo. Causa graves consecuencias físicas (lesiones, traumatismos, enfermedades, discapacidad y hasta la misma muerte), psicológicas (problemas de salud mental o el empeoramiento de estos) y económicas a corto y largo plazo (pérdida del empleo, pérdidas patrimoniales, sometimiento financiero, pobreza, situación de calle).

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“La violencia contra las mujeres y las niñas se define como todo acto de violencia basado en el género que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o mental para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada. La violencia contra las mujeres y las niñas abarca, con carácter no limitativo, la violencia física, sexual y psicológica que se produce en el seno de la familia o de la comunidad, así como la perpetrada o tolerada por el Estado”, acotó.

En este sentido, la violencia contra las mujeres y las niñas se divide, según ONU Mujeres, en varios tipos. En primer lugar, se encuentran la violencia económica (la pareja puede o intenta dominar económicamente a la otra persona para controlarla y hacer que dependa de él [o de ella] hasta el punto de que le impide trabajar, estudiar o acceder a sus recursos financieros); psicológica (provoca miedo a través de la intimidación, amenazas con daños a la pareja, a otra persona, a los hijos, mascotas o bienes; le causa maltrato psicológico y la aísla de sus allegados); emocional (lesiona su autoestima mediante críticas e infravaloraciones de sus capacidades y habilidades, la humilla, afecta su relación con los hijos y separa de su entorno); física (la golpea y hasta la priva de acceder a los servicios médicos; la puede hacer abortar, obligarla a consumir alcohol y otras drogas, e incluso, afectar la propiedad privada) y sexual (hace que la persona participe en un acto sexual sin su consentimiento).

También, el feminicidio, el asesinato por honor (consiste en matar a un pariente, que suelen ser las mujeres o las niñas, por haber “mancillado” el honor de la familia. Alegan que son una vergüenza para esta por asuntos que tienen que ver con la pureza sexual y las transgresiones de normas); la violencia sexual, que incluye acoso sexual, violación, violación correctiva (forma de violación por la orientación sexual o identidad de género. Tiene como objetivo obligar a la persona a que se comporte como los heterosexuales o de acuerdo con una determinada visión normativa de lo que tiene que ser la identidad de género) y la cultura de la violación (está relacionada con el entorno social que justifica y normaliza la violencia sexual. Se debe al patriarcado y se nutre de la desigualdad y el sesgo sobre el género y la sexualidad).  

Asimismo, están la trata de personas, la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil y la violencia en línea o digital, que puede comprender el ciberacoso, el sexting y el doxing (difusión de información privada o que identifique a la víctima). 

      Otros datos sobre el problema de la violencia contra las mujeres y las niñas en el mundo:

“1. En 2017, más de la mitad (58 %) de las mujeres víctimas de homicidio intencionado fueron asesinadas por algún familiar. Esto supone un total de 50.000 mujeres muertas al año, o 137 por día. Más de la tercera parte de ellas (30.000) fueron asesinadas por su pareja o expareja.

2. La mutilación genital femenina (MGF) ha descendido, pero continúa en niveles alarmantes: en torno a 2017, una de cada 3 niñas de 15 a 19 años había sido sometida a MGF en los 30 países en los que se concentra esta práctica en comparación con cerca de una de cada 2 alrededor del año 2000.

3. En 2018, 12 países y territorios de un total de 185 tenían todavía en su legislación cláusulas que eximían a los violadores de enjuiciamiento cuando estaban casados con la víctima o contraían matrimonio con ella”.

Informe “Familias en un mundo cambiante 2019-2020”, que forma parte, a su vez, del informe El progreso de las mujeres en el mundo 

¿Cómo puede afectar la violencia física y mentalmente?

La violencia puede causar graves daños físicos y mentales; por eso, es necesario hacer un llamado a estar alertas, protegerse y proteger a los demás; a desarrollar habilidades de afrontamiento, informarse sobre el tema y las leyes; a mantener en alto la autoestima, a no tener miedo de denunciar y pedir ayuda. Mientras que más pase el tiempo, peores pueden ser las consecuencias para las víctimas.

De acuerdo con la Oficina para la Salud de la Mujer, de Estados Unidos (OWH, por sus siglas en inglés), la violencia y el abuso afectan tanto a la mujer como a sus hijos, parientes y entorno.

“La violencia y el abuso no solo afectan a las mujeres involucradas, sino también a sus hijos, familiares y comunidades. Estos efectos incluyen daños a la salud de la persona, posibles daños a largo plazo en los niños y daños a las comunidades como la pérdida de trabajo y la falta de hogar”, explicó.

Con respecto a los efectos físicos, enumera una serie de consecuencias que van desde las lesiones leves hasta las graves. Enumera, por ejemplo, los hematomas, las cortadas, los huesos fracturados, la contusión y lesión cerebral traumática u otras lesiones internas en diferentes partes del cuerpo que requieren exámenes como tomografías o radiografías para que se puedan determinar. 

Con relación a la violencia sexual, puede haber sangrado vaginal o dolor pélvico, embarazo no deseado, enfermedades de transmisión sexual como el VIH, y problemas para dormir o pesadillas.

“Si estás embarazada, una lesión física puede herirte a ti y al niño por nacer. Esto también se aplica a ciertos casos de abuso sexual. Si sufres de abuso sexual por parte de la persona con la que vives, y tienes niños en el hogar, piensa también en la seguridad de ellos. La violencia en el hogar, por lo general, incluye el abuso a los niños. Muchos de los que son testigos de la violencia en el hogar también son víctimas del abuso físico”, advirtió.

Asimismo, las consecuencias a largo plazo se pueden ver en afecciones como el asma, la artritis, el dolor crónico, los problemas digestivos como, por ejemplo, las úlceras estomacales, el síndrome del intestino irritable, las migrañas, los problemas sexuales como el dolor durante las relaciones sexuales, el estrés y los problemas con el sistema inmunitario.

La salud mental, por supuesto, no está a salvo. Ante las agresiones, pueden surgir sentimientos como la ira, la rabia, la impotencia, la confusión, el miedo, el dolor, la tristeza, la decepción, la vergüenza. También, el que la agredida se sienta culpable o, por el contrario, que no le preste atención al caso o que invente excusas para proteger al agresor.

Entre los problemas de salud mental que pueden surgir a largo plazo, se encuentran el trastorno por estrés postraumático, la depresión y la ansiedad.

“Muchas mujeres que han sufrido violencia afrontan este trauma con drogas, bebidas alcohólicas, tabaquismo o comen en exceso. La investigación muestra que aproximadamente el 90 [sic] de las mujeres con problemas de uso de sustancias ha vivido violencia física o sexual”, afirmó.

A su vez, la violencia, un grave problema que hiere y mata, puede afectar otros ámbitos como el trabajo, el hogar, los estudios y a los niños.

Se calcula, pues, que la mitad de las mujeres que sufrieron abuso sexual tuvieron que renunciar a sus trabajos o las obligaron a ello durante el primer año después del ataque, y la pérdida de ingresos total durante la vida de estas equivale a 250.000 dólares para cada una.

Por otro lado, el OWH agregó que la mitad de las mujeres y de los niños sin hogar, pues se vieron obligados a huir de la violencia, estuvieron en situación de calle. También hay mujeres que, por temor a perder a sus hijos o el contacto con estos, prefieren seguir al lado del abusador.


Pese a la situación, muchas mujeres temen denunciar al agresor o pedir ayuda. / Crédito: Pexels

¿Qué sucede con la violencia en las mujeres y las niñas con problemas de salud mental?

De acuerdo con Margarita Sáenz de Herrero, psiquiatra del Hospital Universitario de Cruces, de España, la violencia puede llevar tanto a las mujeres en general a ser más vulnerables a sufrir problemas de salud mental como a aquellas que tienen estos problemas a sufrir actos de violencia.

“Se víctima de violencia de género te hace ser más vulnerable a padecer trastornos de salud mental como ansiedad, depresión, trastornos adaptativos, estrés postraumático, adicciones, trastornos de conducta alimentaria, etc. Además, el hecho de padecer un trastorno mental grave, un trastorno bipolar, o una esquizofrenia, te hacer ser más vulnerable a padecer violencia de género, porque estas mujeres constituyen una población de riesgo como ocurre con otros colectivos como personas con diversidad funcional, mujeres migrantes, etc. En relación a las mujeres con trastorno mental grave, hasta el 70% sufren violencia de género, según se recoge en la literatura”, declaró en entrevista con Mujerysaludmental.org.

La misma página web cita un estudio sobre violencia contra las mujeres con enfermedad mental que hizo la Federación de Euskadi de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Fedeafes). En este se apunta lo siguiente: 

  1. 3 de cada 4 mujeres con enfermedad mental grave han sufrido en algún momento de su vida violencia en el ámbito familiar o de la pareja.
  2. Alrededor del 80% de las mujeres con enfermedad mental grave que han estado en pareja han sufrido violencia en algún momento de su vida adulta.
  3. El riesgo que tiene una mujer con enfermedad mental de sufrir violencia en la pareja se multiplica entre 2 y 4 veces cuando se tiene una enfermedad mental grave.
  4. El 26% de las mujeres con enfermedad mental grave han sufrido violencia sexual en la infancia.
  5. El 42% de las mujeres con enfermedad mental grave que están viviendo violencia en la pareja no la identifican como tal.
  6. En más de la mitad de las ocasiones, la persona profesional de referencia del ámbito de salud mental no conocía la existencia del maltrato ocurrido”.

Violencia en el Ecuador

Según el estudio La violencia de género contra las mujeres en el Ecuador: análisis de los resultados de la Encuesta Nacional sobre Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres, que se publicó en 2014 y que partió de datos recogidos en 2011, se sabe que, en líneas generales:

  1. 6 de cada 10 mujeres ecuatorianas de 15 o más años han sufrido una o más agresiones físicas, psicológicas, sexuales o patrimoniales. Es la violencia psicológica o emocional la más frecuente: se presenta en el 53,9% de los casos. Le siguen la física con el 38%; después la sexual con el 25,7% y, por último, la patrimonial con el 16,7%. El principal perpetrador es la pareja o la expareja.
  2. Pese a que en líneas generales las mujeres corren riesgo de sufrir algún tipo de violencia, hay algunas que se ven todavía más expuestas y pueden estar sometidas a una doble o triple vulnerabilidad. Tal es el caso de las mujeres que tienen alguna discapacidad, las indígenas o aquellas que pertenecen a estratos socioeconómicos bajos.
  3. En cuanto a las regiones del país, la Costa es la zona donde menos se ven casos de violencia. Mientras tanto, la Sierra y la Amazonía presentan los índices más altos. 
  4. El haber vivido violencia en el hogar durante la infancia tiende a conllevar un mayor riesgo de vivirla de nuevo siendo adultos, bien por recibirla, bien por ejecutarla, en el caso de los hombres que fueron víctimas de violencia cuando niños o que vieron que golpeaban a sus madres.
  5. La violencia en contra de las mujeres implica un alto nivel de peligrosidad, pero lo es aún más en el sector rural, la región amazónica y entre la población indígena. Sin embargo, este nivel disminuye entre las mujeres con mayor escolaridad o las que pertenecen a los estratos de ingresos más altos.
  6. Con relación a las denuncias, solo una de cada 10 mujeres agredidas, es decir, el 11,5%, denunció el caso; dos, 20%, continuaron con el proceso judicial, y solo una señaló que se sancionó al agresor. En otras palabras, únicamente el 1% de los hombres que agredieron a sus parejas fueron sancionados de manera legal.
  7. Fuera del ámbito de la pareja, la violencia sexual es la de mayor incidencia y representa el 46,4% de los casos. Entre los perpetradores, se encuentran familiares, conocidos y desconocidos de la víctima. Los casos de este tipo se cometen más en la Amazonía ecuatoriana, sobre todo, en contra de las mujeres afrodescendientes.
Se calcula que 6 de cada 10 mujeres del Ecuador de 15 o más años de edad han sufrido una o más agresiones físicas, psicológicas, sexuales o patrimoniales. La violencia psicológica o emocional es, sin embargo, la más frecuente. / Crédito: Freepik

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