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La COVID-19 ha representado un cambio vertiginoso para estudiantes, profesores y padres en la búsqueda de una educación virtual de calidad. Por eso, las habilidades sociales son esenciales en estos momentos

Dificultades de atención y concentración en los niños: un reto en la educación virtual

Escrito por Adriana Ramirez en .

El cambio que significó la COVID-19 en el ámbito educativo mundial en 2020 conllevó un paso imprevisto de la formación presencial a la virtual para evitar contagios. 

Así las cosas, para junio de ese año, Unicef hablaba de cerca de 1.200 millones de niños en educación escolar que se veían afectados por el cierre de escuelas y ante la premura de tener que recibir las clases a distancia.

Esta situación, que sigue hoy en día en algunos países, implicó una serie de retos para las familias, los profesores y centros educativos públicos y privados, los centros de salud mental, las empresas y los Gobiernos.

En el caso de las familias, estas, por lo general, no estaban preparadas para asumir las demandas de la educación virtual en cuanto a tiempo, herramientas tecnológicas y pedagogía. Así que dicho cambio también exigió una adaptación contra reloj a fin de que los hijos pudieran continuar con sus clases y que no quedaran rezagados, repitieran o que desertaran. 

Los padres también se han visto estresados por tener que compaginar el teletrabajo, modalidad que igualmente ha cobrado auge, con la atención de los hijos y el cuidado del hogar. 

Del mismo modo, han debido luchar contra el desempleo, la crisis económica mundial, los desalojos de viviendas, los desplazamientos masivos o el tener que quedarse varados en los aeropuertos debido al confinamiento, el duelo por la muerte de seres queridos y la violencia doméstica.

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No obstante, los niños y los adolescentes tampoco estaban listos. Primero, tuvieron que dejar de ver, jugar y de relacionarse personalmente con sus amigos, profesores y demás empleados educativos. Segundo, se hallaron confinados en las casas y expuestos a medidas repentinas de seguridad que buscaban prevenir una afección que no conocían y que acentuaba el estrés, la depresión y la ansiedad.

Todos estos factores han podido influir en la atención y concentración de los niños en un ambiente digital en el que, al igual que los mismos profesores, se han visto obligados a aprender destrezas y habilidades rápidamente.

El diario El Tiempo, de Colombia, publicó en agosto del año pasado que, de acuerdo con una encuesta que hizo el Centro de Investigación, Innovación y Desarrollo Tecnológico Orientado a la Gestión Académica (Ceinfes) sobre la educación virtual en primaria y secundaria por la COVID-19, el principal problema hasta ese entonces era la conectividad y la dificultad de los alumnos para concentrarse y estar disponibles; esto último (la poca concentración) también suele ocurrir en las clases presenciales. Dicho problema fue mayor en los alumnos de primaria que en los de secundaria.

“Los estudiantes también expresaron que la mayor dificultad que se presenta en esta modalidad de estudio tiene que ver con la concentración y disposición que se requieren en las clases virtuales. En primaria, el 79,8 por ciento de los alumnos reconocen algún grado de dificultad para concentrarse en su hogar (…) En secundaria, la cifra es del 73 por ciento”, informó.      

¿Qué ocurre en especial con los niños que tienen TDAH? 

El Healthy Children, de Estados Unidos, advirtió que los niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) pueden verse particularmente afectados por los cambios que implicó la pandemia en la educación debido al paso del modelo presencial al virtual y viceversa; esto último, ya en algunos países.

De esta manera, cabe destacar que el TDAH es un trastorno neurobiológico crónico, de tipo hereditario, que se puede presentar a cualquier edad. Se caracteriza por el déficit de atención, la impulsividad y la hiperactividad motriz.

Así, los niños con TDAH pueden presentar problemas como disminución de la capacidad de aprendizaje, bajo rendimiento y fracaso escolar; depresión, desconfianza, inseguridad, trastornos de conducta y/o personalidad, y relaciones familiares y sociales conflictivas.

“Muchos niños, en ocasiones, exhiben conductas difíciles de manejar. Pero los niños con el TDAH tienen síntomas frecuentes e intensos de hiperactividad, impulsividad y distracción. También tienen dificultades con las ‘destrezas de funcionamiento ejecutivo’: organizar qué tareas comenzar primero, administrar su tiempo, terminar una tarea y llevar la cuenta de las herramientas que necesitan para esta”, dijo. 

Explicó, igualmente, que dichos estudiantes tienden a necesitar orden en su día para poder funcionar de la mejor manera posible; de lo contrario, podrían atravesar por alteraciones en el desarrollo y aprendizaje, la concentración y el comportamiento. 


Los niños con modos de aprender y pensar diferentes ameritan el conocimiento de sus necesidades y comportamientos, con el objetivo de que puedan asimilar y rendir mejor en sus actividades / Crédito: Freepik

“Los cambios de horario y rutinas, ya sean los de casa o los de la escuela, pueden aumentar los síntomas de TDAH de un niño. Estas conductas suelen ser señales de que el niño está estresado. Un continuo estrés puede afectar el modo en que este se desarrolla y aprende (el estudiante podría negarse a hacer tareas, actuar sin pensar y discutir); se concentra en las tareas, aprende cosas nuevas y recuerda lo aprendido (podría parecer que el estudiante se distrae y se desvía de la tarea con más facilidad) y se comporta (los estudiantes podrían parecer inquietos o tal vez les cueste mantener la calma)”, acotó. 

Se recomienda, pues, que los padres se concentren y refuercen las fortalezas, virtudes y esfuerzo del hijo; trabajen en una rutina con reglas claras y acordes según la edad; jueguen y descansen; repasen lo visto y aclaren dudas; busquen el apoyo, la colaboración y el asesoramiento de profesores y pediatras y, además, investiguen sobre el tema, de manera que puedan entender y manejar mejor la situación.  

“Además, los padres pueden preguntar a los maestros qué videos o sitios web recomiendan para ayudar a los estudiantes a dividir la información en partes más pequeñas. Los maestros pueden, a su vez, ofrecer horas de atención virtual por computadora u otras formas para que los estudiantes reciban atención más personalizada”, indicó.

El beneficio de la educación presencial:

La educación presencial segura es considerada mejor que la virtual, en el sentido de que permite servicios que van más allá de lo académico, pues también incluye enfermería, psicología, recreación, sociabilidad, deportes y alimentación.

“Además de lectura, escritura y matemáticas, los estudiantes aprenden habilidades sociales y emocionales, hacen ejercicio y tienen acceso a servicios de ayuda para la salud mental y otros servicios que no se pueden ofrecer por medio del aprendizaje en internet. Para muchos niños y adolescentes, las escuelas son lugares donde permanecen seguros mientras que los padres o tutores trabajan. Para muchas familias, la escuela es en donde los niños reciben alimentos saludables, tienen acceso a internet y otros servicios vitales”, señaló el Healthy Children.

Acotó que la COVID-19 ha incidido particularmente en los grupos más desfavorecidos de Estados Unidos por la falta de computadoras o de acceso a Internet. 

“La pandemia ha sido especialmente difícil para los niños y adolescentes de las comunidades negras, hispanas/latinas, indígenas estadounidenses y nativas de Alaska, y para las familias de bajos recursos. Uno de cada 5 adolescentes no puede hacer sus estudios en casa debido a que no tienen un computador (ordenador) o conexión a internet”, explicó.

Desigualdad y brecha digital, más notorias por la COVID-19

Aparte de la falta de atención y concentración de los niños en la educación virtual, que, sin embargo, también ocurre con los adultos, surge la dificultad que implica la desigualdad y la brecha digital entre los que pueden acceder a Internet y a equipos como computadoras y teléfonos inteligentes, y los que no. 

Ya en octubre de 2020, Milton Luna, catedrático universitario y exministro de Educación del Ecuador, afirmó que es necesario que los dirigentes del sector educativo inviertan en proporcionar a los estudiantes y docentes herramientas de conexión para mantener la educación virtual en vista de que no se sabe cuánto tiempo va a durar esta tendencia. De hecho, se prevé que continúe a largo plazo.

En este sentido, aseguró que el acceso a Internet debe ser considerado como un derecho, aun cuando una gran cantidad de niños de las zonas rurales carecen del servicio, lo que incide en su educación de ahora y, más adelante, en su empleabilidad.

“En lo rural, cerca de 500 mil niños no tienen servicio de internet en sus casas”, apuntó, y agregó que se debe redoblar el esfuerzo para garantizar la cobertura, inclusive con planes de acceso gratuito.

Datos para tener en cuenta:

  1. “En América Latina y el Caribe solo un 64% de los estudiantes tienen computador en sus hogares para tareas de la escuela. Las brechas de acceso perjudican a aquellos estudiantes de menor nivel socioeconómico. En promedio, 94% de los estudiantes del primer quintil de ingreso, pero solo 29% del quintil más pobre, tiene acceso a un computador. La falta de conectividad es también un serio reto, en particular en zonas rurales”, indicaron Gregory Elacqua y Norbert Schady, autores del artículo La educación ante el Covid-19 en América Latina: Retos y alternativas de políticas
  2. Ante la falta de acceso a Internet y a equipos tecnológicos, Gobiernos han creado programas televisivos y radiofónicos para que los estudiantes sigan viendo clases.
  3. En parte de los países del mundo hay problemas de electricidad y de agua, por lo que el regreso a las actividades presenciales se puede dificultar, primero, porque se torna cuesta arriba aprender y enseñar con poca iluminación, y, segundo, porque se necesita agua para evitar los contagios.

Se aconseja que los profesores aprendan a adaptar los contenidos a las necesidades de los alumnos. Por ejemplo, que los textos puedan ser pasados a discurso oral; esto, en el caso de los estudiantes con discapacidad visual / Crédito: Freepik

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