Indira Ullauri: “La salud mental se construye, cuida y fortalece a través del equilibrio entre nuestra actividad física y mental”
La salud mental, que es básica en el ser humano y tan importante como la salud física, es vista, en principio, como un estado que les permite a las personas sentirse bien consigo mismas, desenvolverse y disfrutar de la dicha ―y la oportunidad― de vivir, tomar decisiones, ser independientes, resolver problemas y salir adelante, pese a las adversidades que puedan afrontar.
Sin embargo, también es un estado que puede implicar una variedad de situaciones como, por ejemplo, condiciones propias de salud mental, que podrían conllevar, en mayor o menor grado, malestar, afectación, separación, discriminación, exclusión, etc., y que, por ende, pueden requerir ayuda profesional y oportuna.
Así, Indira Ullauri, psicóloga clínica y gerente general de Superar Centro Integral de Psicología, de Quito, Ecuador, habla en la siguiente entrevista, que se hizo por escrito, de la importancia de esta área, de la necesidad de referirnos a ella sin prejuicios ni estigma y de las fuentes que ayudan tanto a construirla como a fortalecerla.
“La salud mental se construye, cuida y fortalece a través del equilibrio entre nuestra actividad física y mental; del descanso y la relajación; de la calidad de las relaciones que establecemos; de las experiencias que nos generan ánimo y alegría; de los estímulos que elegimos; de la información que consumimos; de la solidaridad y el respeto compartido; de la fe en las creencias que nos hacen bien; de la conexión con lo natural, lo bello y lo simple”, expresó.
Ullauri, quien desde 1999 gerencia Superar, que brinda servicios especializados en psicología y psicoeducación, aborda, entre otros asuntos, su experiencia como psicóloga clínica y empresaria en un área que, por cierto, fue difícil trabajar, el de la psicología, y se refiere a lo que esta carrera aporta a la sociedad.
Cabe destacar que también se refirió a la importancia del diagnóstico, en el sentido de que este tiene que responder al análisis correcto del caso de cada consultante o paciente, y a la escucha concienzuda por parte del profesional. El fin último siempre es el bienestar, la evolución, el afrontamiento y la calidad de vida de la persona y su familia.
“No hay historia, angustia o sufrimiento que se repita, porque cada trama en la que se construye uno es distinta y la forma de responder a esa trama es completamente singular. Por lo tanto, generalizar un síntoma o tratarlo por igual es algo absolutamente limitante y a veces incluso irresponsable. Hay que detenerse a escuchar la narración individual de cada consultante. Escuchar activamente significa atender, dar importancia al relato singular y privado que cada persona construye para explicar su angustia, su sufrimiento”, afirmó.
- ¿Cuáles han sido los principales retos (y dificultades), aprendizajes y descubrimientos que ha tenido como psicóloga clínica?
―Elegí estudiar psicología clínica y trabajar ejerciendo mi profesión. La psicología fue la herramienta que escogí para cumplir con la misión de mi vida. Mientras estudiaba, y durante todos los años universitarios, fui voluntaria para trabajar con niños y niñas con discapacidades severas y algunos de ellos con enfermedades incurables. Viví momentos muy difíciles cuando llegaba la muerte a quienes creí que tenían esperanza, así como también había historias que tenían otro final, no el ideal, pero sí mucho mejor que el que se pensaba, y eso me alentaba a continuar. Hace ya más de 30 años de aquello, y ninguna barrera de las que encontré, logró que renunciara a mi camino. Poco antes de culminar mis estudios, ya algunos médicos me habían invitado a trabajar con ellos en sus clínicas y atender a sus pacientes. Luego, más tarde, inicié el reto de abrir mi espacio de trabajo que, por cierto, para la psicología no era fácil, pero convencida de lo que quería y de la intención que tenía, me enfoqué en trabajar por lo que había elegido. (Creo que lo más reconfortante en todo este trabajo es el descubrimiento que cada uno hace de sí mismo cuando toma conciencia de su propia y auténtica fortaleza para resistir, sanar y seguir).
Definitivamente, la psicología clínica es para mí una profesión del ámbito de la salud. Hoy muchos pensarán que es irrelevante decir esto, pero no es así: la psicología fue una carrera que estuvo en las Facultades de Filosofía, de Pedagogía, de las Ciencias Sociales, lo que generaba confusión en cuanto a aspectos organizativos de la profesión, y también causaba dificultades en el posicionamiento profesional de los graduados, además, de, por supuesto, distorsiones en las que el entorno y la sociedad incurrían al reconocer dicha labor. Pero no por ser una profesión del ámbito de la salud se deben dejar de lado las contribuciones de la filosofía, la antropología, la lingüística, entre otras, ya que nos van a servir para profundizar la comprensión del sufrimiento. Claro está, actuar desde la salud no puede reducir el entendimiento de lo que aflige a enlistar síntomas y etiquetar con diagnósticos para luego medicar.
Lidiar con las confusiones propias y las del entorno acerca de la psicología clínica, su validez, objetivo, importancia, etc., ha sido quizá una gran dificultad, pero nunca fue suficiente para apartarme del camino que elegí. Desde el principio, definí el ámbito en el que iba a realizar mi profesión, la salud, aunque para muchos hablar de salud mental es una utopía o una ficción, y, para otros, es todo un mito a partir del cual se construyen muchos estigmas.
A través de la experiencia y de los años, en los cuales ya he completado cerca de 30 000 horas de consulta, pude aclarar más sobre lo que le compete a la psicología y la importancia fundamental que tiene para las personas y la sociedad en general. De la condición psicológica dependerán muchos factores de la salud, el desempeño y la forma de relacionarse con uno mismo y con el entorno. Puedo decir, por cierto, que nuestro aparato psíquico, complejo y profundo es nuestro piloto central.
No hay historia, angustia o sufrimiento que se repita, porque cada trama en la que se construye uno es distinta y la forma de responder a esa trama es completamente singular. Por lo tanto, generalizar un síntoma o tratarlo por igual es algo absolutamente limitante y a veces incluso irresponsable. Hay que detenerse a escuchar la narración individual de cada consultante. Escuchar activamente significa atender, dar importancia al relato singular y privado que cada persona construye para explicar su angustia, su sufrimiento.
Estoy convencida de la existencia y la importancia de nuestro aparato psíquico, que no se limita a conexiones neuronales, sino que es mucho más que eso y que tiene una fisiología propia, puede mantenerse saludable, y también enfermar. Cuando digo que puede estar saludable, no me refiero a la ausencia de angustia; esto sería como decir que mantenerse saludable es no tener hambre, frío, sed, etc. Me refiero a que estar saludable significa que el psiquismo opera activamente para responder a las necesidades simples, pero también a las más complejas de la existencia; desde la supervivencia hasta la búsqueda de amor, por poner tan solo un ejemplo. Y cuando digo que puede enfermar, me refiero a las consecuencias de las heridas, traumas psicológicos, afectivos y existenciales, que requieren atención de emergencia, analgesias al sufrimiento insoportable, rehabilitación progresiva, etc.
Así como también puedo decir que, al igual que nuestro cuerpo activa procesos adaptativos y anticuerpos para enfrentar la enfermedad cuando llega, el psiquismo también lo hace y hay maneras de observar, analizar, indagar cómo funciona, ya sea tanto para el conocimiento de uno mismo como para sanar o recuperarse de algo que duele o enferma.
Administrar, gerenciar, organizar mi clínica también fue un reto. Ha habido dificultades, errores, aciertos y logros, todo un camino de aprendizaje y gestión que me ha permitido abrir el espacio en el que me propuse trabajar.
- ¿Por qué la psicología? ¿De qué manera puede ayudar esta área al ser humano, las empresas y a la sociedad en general?
―La psicología clínica trabaja con un órgano intangible, el psiquismo, la psique, toda una estructura que contiene, activa, desactiva, organiza… nuestros pensamientos, emociones, comportamientos; una estructura que tiene el poder de activar o desactivar enfermedades; que nos permite fijarnos metas, organizarnos para cumplirlas, persistir hasta lograrlas; que moviliza el deseo a partir del cual cada uno construye su historia con lo consciente y también con lo inconsciente; una formación que dirige la forma de relacionarnos, la manera en que nos miramos y miramos al otro; una realidad que no podemos ignorar y que requiere atención, comprensión, cuidado, pero también cuando se lastima, se altera, amerita intervención emergente, recuperación progresiva, tratamientos, etc. Ya sea para mantener una condición psicológica saludable y en forma, a fin de vivir la vida con sentido, ya sea para recuperarnos y salir de las crisis que nos tocarán vivir a lo largo de nuestra historia, la psicología es un camino de conocimiento, crecimiento y, asimismo, de recuperación y tratamiento.
Al hablar de psique o psiquismo no me refiero al cerebro y su fisiología. El psiquismo es mucho más que neuronas y conexiones entre ellas. El psiquismo se conforma para empezar con el legado que la cultura deja a lo largo de la historia y con lo que se inscribe a partir de las experiencias vividas en la historia de cada persona.
Comprender algo, porque solo puede ser algo de nuestro funcionamiento psíquico, nos permite concientizar nuestra historia con respecto a lo vivido, las interpretaciones que hacemos de las experiencias y cómo esos significados influyen en nuestro quehacer, sea agradable o desagradable, o cómo cada persona quiere definirlo y poder actuar a partir de esa comprensión. Es importante decir que solo podemos solucionar lo que comprendemos.
Asimismo, podemos comprender los significados que les damos a los hechos vividos y cómo esos significados nos afirman o nos enferman. Entonces, a partir de esa comprensión, quizá podemos hacer algo. En muchos casos la psicoterapia consiste en resignificar la historia de uno mismo, es editar los significados que se le da a lo vivido y decidir cómo seguir escribiendo la historia propia.
Al trabajar con nuestro psiquismo y resolver lo que está al alcance, o aceptar lo que no lo está, se puede mantener una mejor salud, desempeño, y lograr una convivencia saludable.
El malestar psíquico, si se incrementa, puede ocasionar o generar enfermedades físicas, orgánicas; afectar el desempeño e impedir la experiencia de logro; alterar las relaciones humanas y, con ello, perjudicar la convivencia. De ahí la importancia que tiene para la salud, el desarrollo empresarial, la convivencia familiar y social.
- Hábleme de su interés sobre la salud mental y la campaña Hablemos sin Miedo de la Salud Mental.
―Las ideas o los imaginarios de la salud mental son tan diversos y confusos que han desencadenado una serie de estigmas, posiciones teóricas que son antagónicas, la negación de que ella existe, la afirmación de que todo depende de ella, la idea de que solo pertenece a la psiquiatría, etc. En realidad, comprender lo que es la salud mental, aún requiere un trabajo activo y reflexivo. Afirmar o negar algo de forma contundente sobre esta es arriesgado, e incluso, atrevido. Lo importante, desde mi punto de vista, es que perdamos el miedo de hablar sobre ello, para que tanto la elaboración teórica como la investigación continúen, y la comprensión se amplíe. Puedo decir que, en todo caso, muchas veces el pensar en salud mental puede llevarnos a imaginar un espacio psiquiátrico. Por cierto, esto sucede cada vez menos. También la idea de salud mental puede ser la de ser iguales en pensamientos, sentimientos y acciones; es decir, mediante la anulación de las diferencias y la búsqueda de una mal llamada “normalidad”. La salud mental nos concierne a todos.
La salud mental es encontrar un equilibrio entre pensamientos, emociones y acciones; desarrollar la fortaleza interna para afrontar, buscar soluciones, resolver conflictos de forma constructiva; activar mecanismos de protección y defensa ante lo que genera sufrimiento, pero sin destruirnos ni destruir a nadie; superar paso a paso las experiencias de dolor, miedo, angustia; crear sueños, ideales, metas que den sentido a la existencia y empujen toda la capacidad y creatividad que cada ser humano tiene. Es convivir, cuidar de uno mismo y del entorno; tener confianza y fe; conectar y contemplar lo bello de la naturaleza; aprender a protegernos o defendernos cuando estamos frente al peligro.
La salud mental no es la ausencia de angustia; al contrario, la angustia activa el deseo, motor de la vida. De la salud mental depende nuestra salud integral, comportamiento, forma de relacionarnos, desempeño, desarrollo individual y social.
- Usted hace énfasis en la importancia de la escucha activa para la realización de un buen diagnóstico. ¿Qué quiere decir esto realmente? Me explico: ¿hay cierta tendencia, en general, a dar diagnósticos errados? ¿Qué se debe mejorar, en general, en ese aspecto desde el punto de vista psicológico?
―Para mí, la escucha activa es la presencia de manera integral del terapeuta para escuchar, pero sin juzgar la narración que el consultante hace de su historia, síntomas, sufrimiento y, así, permitirle tanto la liberación catártica de lo que le aflige como reordenar lo que se requiere.
Al escucharlo activamente, se profundiza, interpreta, descubre, descifra algo del sentido que yace detrás de los síntomas, por qué y para qué están ahí, lo que representan en la vida del consultante y cómo se han originado.
Los síntomas psicológicos tienen un sentido que se debe descifrar. De ahí, la importancia de la escucha y comprensión. Observar y concluir sobre un “síntoma” para generalizarlo o igualarlo a un diagnóstico es un acto que coarta, aliena y restringe la emergencia de quien habita en un cuerpo diferente, aunque mirado, por cierto, como igual. Ignorar la angustia que adviene a través del síntoma, con su propio relato, trama, contenido o argumento, puede ser lo que impulsa la emergencia, individual y/o colectiva, a veces desenfrenada, y otras veces, creativa, intelectualizada, entre tantas formas, pero siempre auténtica, de recuperar lo propio, lo que hace que cada uno sea quien es.
El síntoma que insiste, se intensifica y revela a pesar del diagnóstico y del tratamiento generalizado, además de empujar por mostrar un sufrimiento que no se escucha, quizá se intensifica también para reclamar la “propiedad intelectual” de que este sufrimiento, esta historia, es única y le pertenece a alguien, no a otro que pretende apropiarse de su escrito, para decir que “sabe” y, desde ahí, desde ese lugar, tratar de escribir sobre la historia que no le pertenece o concluirla con un diagnóstico que obtura.
Muchas veces el síntoma es también la forma metafórica de expresar lo que aflige y lo que duele tanto. Cuántas veces un alma rota, hecha pedazos, pero que no tiene cómo construir un argumento con palabras, aflora y emerge con lo que puede, con lo que tiene, para lograr alivio y también para pedir auxilio. Y si no se escucha el clamor oculto, ¿cuál es el destino de ese sufrimiento?, ¿quién contiene?, ¿quién aloja?
La complejidad del aparato psíquico, del sujeto que se construye, desde antes de su nacimiento y hasta que muere, y que no es el cerebro, sino mucho más que eso, merece una atención especial, respetuosa y muy muy delicada. Proponerse conocer el aparato psíquico, el sujeto que habita detrás y a través de las palabras, las conductas, las emociones, los pensamientos, los juegos, los malestares es algo que amerita cuidado y prudencia esencial, tal como cuando un cirujano ingresa con un bisturí para encontrar el tumor, solo que en nuestro campo no hay algo visible, las intervenciones, gestuales o verbales, se convierten en el bisturí, y la historia de quien habla es el cuerpo en el que se buscan los nudos, los enlaces, las ataduras. ¡Vaya tarea para quien decide trabajar con ello!, ¡cuánta delicadeza y cuánto cuidado debemos poner!
Pero, por otra parte, cuán peligroso es convertir cualquier síntoma o sufrimiento en patología, es como si al hambre lo convirtiéramos en enfermedad y, en lugar de alimento, le diéramos un sedante. Obturar la posibilidad de que la angustia conduzca a la búsqueda de algo que alivie, es decir, mediante la anulación del deseo, sería como obturar la búsqueda de alimento cada vez que tenemos hambre.
Debemos evitar, entre tantas acciones que se me ocurren, ignorar las diferencias, negar la presencia del sujeto, psicopatologizar el hambre del alma o ignorar el alma que está en pedazos y sufre. A su vez, debemos abrir el espacio para que emerja el sujeto, para que se construyan las narraciones y, desde ahí, que se reconozca cómo el protagonista (paciente, consultante), que acude a la consulta, relata su historia, su relación con los personajes, define los espacios, habla de sus tiempos, construye sus escenarios, entre otras tantas cosas que revela a través de su historia, la cual se cuenta través de palabras, movimientos, gestos, emociones, sueños, olvidos, resistencias y tanto tanto más.
Es muy importante comprender cuándo el síntoma está ahí para dar pie al deseo y cuándo está presente para informar de una dolencia o herida.
- ¿Cuál tiende a ser la conducta de la gente con respecto a la salud mental y la psicología? Además de que haya prejuicios, ¿la gente suele dejarlo para el final, cuando ya los problemas han avanzado?
―Así como esperamos que el dolor sea insoportable cuando atendemos la salud física, así mismo también quien acude en busca de atención en salud mental, ya sea porque acuda al psiquiatra o al psicólogo, lo hace porque algo se ha vuelto insoportable; muchas veces incluso asisten incrédulos y dudosos de si es el lugar al que deban ir. En ocasiones, se avergüenzan de llegar a la consulta y, ciertas veces, incluso, ni mencionan que están donde el psicólogo. Aún existe el estigma de que acudir a la consulta psicológica o psiquiátrica es cuestión de locos, pero en otros casos los consultantes no reconocen que su sufrimiento sea algo que puedan atender y quizá resolver, y es verdad que cierta calidad e intensidad de angustia o sufrimiento es parte de la vida, pero hay sufrimientos que representan verdaderos riesgos y pueden sanar. Las personas pueden acostumbrarse a llevar dolor y angustia a cuestas, pensando que la vida es así, y aunque desarrollarán la fortaleza para sobrellevarlo, sin duda podríamos disminuir cargas innecesarias o sufrimientos que pueden sanar o superarse.
La poca comprensión de lo que es el psiquismo y de que puede atenderse les impide muchas veces a las personas acceder a un servicio de salud mental.
Si quienes se encuentran viviendo un dolor insoportable en el alma, la mente, la psique… estuviesen más informados, podrían acudir a una emergencia para buscar alivio o atención, tal como cuando nos duele alguna parte del cuerpo. Pero no comprender que esto es así, muchas veces termina en una reacción autodestructiva como el suicidio, porque el sujeto que sufre no quiere morir, lo que quiere es dejar de sufrir.
- ¿Con qué problemas se suelen encontrar las personas cuando se trata de atender su salud mental? Me refiero al Estado, a centros de atención, economía, estigma, etc.
―[Esos problemas son] la falta de presupuesto para la atención de salud mental, la ausencia de servicios, la falta de conocimiento sobre lo que es la salud mental y la importancia que tiene, y los estigmas.
- Las personas vamos cambiando a lo largo de la vida. ¿Qué nos recomendaría a todos para ser cada vez mejores y para cuidar nuestra salud mental?
―La salud mental se construye, cuida y fortalece a través del equilibrio entre nuestra actividad física y mental; del descanso y la relajación; de la calidad de las relaciones que establecemos; de las experiencias que nos generan ánimo y alegría; de los estímulos que elegimos; de la información que consumimos; de la solidaridad y el respeto compartido; de la fe en las creencias que nos hacen bien; de la conexión con lo natural, lo bello y lo simple.
Lo que enferma la mente se transcribe en el cuerpo y lo que enferma el cuerpo altera la mente. La salud no debe ser atendida de forma fragmentada.
La salud mental no es creer que estamos siempre en la cumbre ni pensar que la vida debe ser siempre éxito. Salud mental es comprender que vivimos experiencias agradables, que somos capaces de lograr sueños, metas; que tenemos habilidades y potenciales, pero también es reconocer nuestra realidad vulnerable y mortal, para que aprendamos a cuidarnos.
La salud mental es tomar conciencia de que no somos robots ni superhéroes, es descubrir nuestra maravillosa condición humana para crear y superarnos, pero también para descubrir nuestra fortaleza interior cuando nos toque sanar y levantarnos.
La salud mental es reconocer nuestra realidad individual, sin desconocer nuestra realidad social a la que pertenecemos y de la que también somos responsables.
“La psicología es un camino de conocimiento, crecimiento y, asimismo, de recuperación y tratamiento”
Indira Ullauri, psicóloga clínica
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