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José Altamirano, psicólogo clínico

José Altamirano: “En mi experiencia como psicólogo he aprendido que los pacientes son más capaces de lo que ellos creen en primera instancia”

Escrito por Adriana Ramirez en .

El psicólogo clínico José Altamirano, miembro del personal especializado de Superar Centro Integral de Psicología, ofrece, como parte de una serie de perfiles que hemos hecho de estos profesionales, una mirada panorámica de su aprendizaje en este gran campo que es la psicología y el poder brindar ayuda a quien lo necesite, la capacidad para resolver y superar los problemas o las vicisitudes de la vida, de qué manera sus especializaciones contribuyen a la población en general y cómo ha sido su experiencia como profesor, tomando en cuenta que la docencia es un área fundamental en la capacitación de actuales y futuros psicólogos.

Y es que Altamirano, con estudios y experiencia laboral en Ecuador y Francia, específicamente en campos como las adicciones, considera varios puntos que son importantes y que valen la pena destacar: primero, cada paciente es único y ha aprendido que estos son más capaces, en primera instancia, de los que ellos mismos piensan; segundo, esperaría que su trabajo pudiese ayudar a los pacientes a que hallen soluciones a sus problemas que no sean las que los llevaron a pedir ayuda y que ello se podría lograr aclarando el sentido de los síntomas; tercero, que cada ser humano es responsable de sí mismo, más allá de lo que crean o digan de él, y que no estaría de más que se “normalice” la idea de ir al psicólogo si se tiene la necesidad y si se trata de un profesional preparado y con experiencia para asistir.

Lea nuestro artículo El estigma y las adicciones, entre la legalidad y la ilegalidad:

Tal como siempre decimos en Superar: la salud mental es tan importante como la salud física y, por tanto, se le debe prestar el mismo grado de atención y cuidado, y no dejar que los problemas avancen hasta el punto de llegar al límite de tener que pedir auxilio a gritos.

1.     Hábleme de su experiencia como psicólogo y cuáles han sido los principales aprendizajes que ha tenido al respecto. 

―En mi experiencia como psicólogo he aprendido que los pacientes son más capaces de lo que ellos creen en primera instancia. También que los miedos y los enredos de un paciente no tienen nada que ver con los miedos o enredos de otro paciente. En cada caso uno puede encontrar una singularidad absoluta. Cada uno ha reaccionado de diferente manera frente a lo imposible a soportar en su vida.

2.     ¿Cuáles son los principales problemas que usted ve en la población en general y qué recomendaciones hace para que tengan una vida mejor? 

―No me atrevería a hablar de la población en general, pues creo que cada caso es incomparable a los demás, pero podría hablar de ciertas condiciones de nuestra época en relación con el placer e incluso el goce, es decir, la cuestión de lo que nos proporciona satisfacción. En nuestra época, los valores promovidos por la Iglesia, la familia y la autoridad están desvalorizados. Por otra parte, la posibilidad de una satisfacción inmediata es idealizada como un objetivo absolutamente deseable. Por decirlo de alguna manera, hemos perdido el miedo al exceso. Creo que esto también puede relacionarse con la gran incidencia de las adicciones (no solamente me refiero a sustancias tóxicas) en nuestra época.  

3.    ¿De qué manera sus especializaciones contribuyen a una mejor sociedad y a un mejor ser humano? 

―Esperaría que, de algún modo, mi trabajo pueda contribuir a que mis pacientes inventen soluciones a sus problemas que no sean las que les condujeron a pedir ayuda; es decir, por ejemplo, si una chica que se queja de resultarles extraña al resto de las personas, después de un cierto trabajo, ese sentimiento de extrañeza puede transformarse en el jactarse de tener un punto de vista único. Así mismo, una paciente con problemas de alimentación puede pasar de devorar comida en exceso a “devorar” libros. Creo que eso es posible esclareciendo el sentido de los síntomas (los síntomas son al menos dos cosas: por un lado, una verdad reprimida, es decir, una parte desconocida de nosotros mismos, y, por el otro, una impulsión a hacer, sentir o pensar cosas que resultan dolorosas), para que, al develarse su lógica, ellos pasen a ser contingentes y dejen de ser necesarios.   

4.     Usted trabajó en adicciones en Francia y en Ecuador. Hábleme de lo más importante de esas dos experiencias.  

―He aprendido que, en toda forma de adicción grave, de diferentes maneras en todos los casos, por supuesto, hay una separación radical con la posibilidad de elaborar las vivencias que aparecen ante los pacientes como si fueran imposibles de soportar. Por ejemplo, después del abandono de su esposa, un paciente puede recurrir al “refugio” del alcohol para, como se dice comúnmente, ahogar sus penas, y puede hacerlo de una manera tan excesiva que incluso pueda privarse de realizar el duelo por su esposa. El paciente puede llegar a decir que subjetivamente siente que han pasado dos meses desde el abandono, pero en la realidad puede haber pasado ya dos años (el paciente siente que ha pasado poco tiempo, precisamente porque ha pasado sobrio poco tiempo).  La sustancia tóxica, al tiempo que protege al sujeto ―de una mala manera, por supuesto―, también le puede privar de asumir la responsabilidad que implica, por ejemplo, hacer un duelo de la pérdida de un objeto de amor (un familiar querido, una pareja, un ideal, la patria, un estatus económico o laboral, etc.).   

5.     Con respecto a su trabajo como profesor, ¿qué puede decir acerca de enseñar psicología y qué aportes o qué retos deben enfrentar los actuales y los futuros psicólogos? 

―Creo que la labor de transmisión es fundamental, sobre todo si hay un deseo en la relación existente entre el enseñante y el saber que procura transmitir. Creo que uno de los retos fundamentales se refiere a la hegemonía de ciertas corrientes psicológicas que dejan a un lado la cuestión de la subjetividad en nombre de la categoría de “lo científico”, como si el mundo de lo psíquico funcionara como el mundo físico y, por lo tanto, requiriera un modelo análogo.  

6. ¿Cómo puede hacer la gente para evitar el estigma con respecto a la salud mental, la atención psicológica y las adicciones? 

―Primero que nada, relacionarse de diferente manera con lo que dicen o hacen los demás. En principio, uno no puede hacer que la gente se comporte como quisiéramos, pero cada uno tiene una responsabilidad consigo mismo. Que otro tenga una mala opinión de mi persona no me obliga a que yo mismo la tenga. Finalmente, es una cuestión de responsabilidad subjetiva, o sea, del porqué de mi afectación a partir de lo que dicen o piensan los demás. Por otro lado, no creo que estaría de más que, a partir de una discusión pública (a partir de debates, conversaciones, entrevistas, testimonios, etc.), se “normalice” la idea de ir al psicólogo, tal como ha ocurrido en otros países como, por ejemplo, Argentina.

“Creo que la labor de transmisión es fundamental, sobre todo si hay un deseo en la relación existente entre el enseñante y el saber que procura transmitir”

José Altamirano, psicólogo clínico

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