El duelo y la COVID-19
Todos en algún momento de la vida hemos atravesado por un periodo de duelo a causa de la muerte repentina o esperada de un ser querido o la pérdida de algo.
Sabemos que es un periodo muy difícil de superar, pero que, gracias al gran poder que nos da la resiliencia, esa capacidad de hacerles frente a las adversidades, sí podemos: sí se puede lograr. De algún modo, nos adaptamos a la nueva situación que implica la ausencia física de esa persona amada, pero no dejamos de quererla ni de recordarla.
También sabemos que superar el duelo lleva tiempo y que no se puede forzar a nadie a que lo haga rápidamente; tampoco juzgarlo por su manera de expresar sus sentimientos.
No obstante, la pandemia de la COVID-19 ha acentuado el dolor y la tristeza, también la incertidumbre y el enojo, que se pueden llegar a sentir ante el agravamiento de alguna enfermedad preexistente y, en consecuencia, la muerte, o ante el surgimiento imprevisto de esta última.
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Algunos de los factores que han repercutido en esos sentimientos desde que empezó el nuevo coronavirus han sido el distanciamiento social, para evitar los contagios; la no realización de sepelios; el colapso de los sistemas sanitario y funerario; el mal manejo de las medidas de protección en los centros de cuidado de mayores y la prohibición de traslados por el confinamiento.
Igualmente se encuentran otras causas. Por ejemplo, el desconocimiento en el suministro de tratamientos adecuados, la falta de insumos médicos, la omisión o manipulación informativa, el desempleo, la crisis económica a escala mundial, la violencia doméstica, el abuso de sustancias como alcohol y otras drogas, y la falta de vacunas.
“Muchas personas están sufriendo el dolor durante la pandemia del COVID-19. El dolor es una respuesta normal ante la pérdida durante o después de un desastre u otro evento traumático. El dolor puede aparecer como respuesta a una pérdida en la vida y a cambios drásticos en las rutinas diarias y maneras de vivir que suelen brindarnos una sensación de confort y estabilidad. (…) Algunas personas pueden experimentar varias pérdidas durante un desastre o evento de emergencia a gran escala. Debido a la pandemia del COVID-19, es posible que no pueda estar junto a su ser querido cuando muera ni pueda velarlo con la presencia de familiares y amigos”, explicaron los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos.
Las reacciones ante el duelo se caracterizan por manifestaciones como la conmoción, la incredulidad o la negación; la tristeza, la angustia y la ansiedad; la pérdida de sueño, de concentración y apetito; el desánimo y el enojo. También por la incertidumbre y zozobra cuando quien fallece es sostén de familia, si hay fuertes deudas económicas que saldar o si se está solo y desamparado en otra ciudad o en otro país.
A todo ello se suman el riesgo y las consecuencias de la estigmatización y de que personas que, normalmente se acercarían en otras circunstancias, no lo hagan ahora si temen que se puedan enfermar.
“Durante la pandemia de la COVID-19, los familiares y amigos cercanos de la persona fallecida a causa del COVID-19 pueden ser estigmatizados, es decir, posiblemente las demás personas los eviten o rechacen. El estigma nos lastima a todos al generar temor o enojo hacia otras personas. (…) Los estigmas relacionados con el COVID-19 probablemente sean menos frecuentes cuando las personas conocen la información y la comparten con el resto de su familia, amigos y otros miembros de la comunidad”, afirmaron los CDC.
¿Cómo reaccionamos ante el duelo?
Todos reaccionamos y vivimos el duelo de una manera distinta. Por lo general, aceptar la muerte de un ser querido puede llevar desde seis meses hasta un año, señaló la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés). Para ello se necesita, no obstante, apoyo familiar y un buen estilo de vida que nos den el impulso y la seguridad para seguir adelante.
Sin embargo, en otros casos puede ser diferente. Por ejemplo, si la persona ha tenido una relación complicada con quien falleció, puede necesitar más tiempo para analizar lo vivido y recuperarse. También para perdonarse a sí mismo si existe el sentimiento de culpa.
El duelo dependerá, pues, de la cercanía y la intensidad del vínculo que se tenía con el individuo.
“Si tomamos en cuenta que la mayoría de nosotros puede superar la pérdida y continuar con nuestras vidas, nos damos cuenta de que los seres humanos, por naturaleza, tenemos una gran capacidad de resiliencia. Pero algunas personas lidian con el duelo por más tiempo y se sienten incapaces de llevar a cabo sus actividades cotidianas. Estas personas podrían pasar por lo que se conoce como duelo complicado y les podría beneficiar la ayuda de un profesional de salud mental calificado como un psicólogo que se especialice en el duelo”, explicó la APA.
Por otro lado, los niños y los adolescentes afrontan el duelo de una manera diferente a los adultos. En el primer caso, pueden tener pérdida de sueño o de apetito, ansiedad, tristeza, depresión; también, el que se porten mal o el que no hagan sus actividades diarias.
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En el caso de los adolescentes, además de haber pérdida de sueño y de interés en sus actividades, también puede haber irritabilidad; un mayor uso de la tecnología y aislamiento.
Por otro lado, la psicóloga Rosa Sánchez, autora del artículo Cómo afecta el duelo al grupo familiar y a la convivencia, indicó que a veces se cae en comparaciones sobre quién padece más el duelo.
“A veces tendemos a pensar que la manera en que nosotros vivimos el duelo es la única posible y solemos ‘validarla’ como la buena, la más apropiada. Ante este escenario, podemos caer en comparaciones como ‘¿a quién le duele más?’ o ¿quién le quería más?”, dijo.
Cifras relacionadas con el duelo
De acuerdo con la Guía de duelo adulto para profesionales socio-sanitarios, que cita diferentes estudios, el duelo se ve reflejado, entre otras maneras, así:
- “Un tercio de los casos que se atienden en Atención Primaria tienen un origen psicológico. De estos casos, una cuarta parte se identifica como resultado de algún tipo de pérdida.
- Se considera que el duelo puede ser una causa de morbimortalidad e hiperfrecuenciación en Atención Primaria y se calcula que la tasa promedio anual de consultas al centro de salud es un 80% más alta entre los dolientes.
- Entre las posibles complicaciones físicas recogidas en múltiples estudios encontramos que el riesgo de depresión en personas viudas se multiplica mientras que casi la mitad presenta ansiedad generalizada o crisis de angustia; aumenta el abuso de alcohol y el 50% de las viudas utiliza algún psicofármaco durante los primeros 18 meses.
- Entre el 10-34% de los dolientes desarrolla un duelo patológico y se incrementa el riesgo de muerte (principalmente a causa de eventos cardiacos y suicidio). De hecho, los viudos tienen un 50% más probabilidades de morir prematuramente durante el primer año de viudez”.
¿Qué podemos hacer para cuidarnos nosotros mismos?
Es muy importante que, pese al dolor, tomemos cartas en el asunto. Para ello, es fundamental conversar acerca de lo que se siente y hablar de todo lo bueno que nos dejó y enseñó ese ser querido que ya no está física, pero sí emocional y mentalmente.
A su vez, se deben evitar las comparaciones, las recriminaciones, y respetar el duelo de cada persona; es decir: la manera como cada uno lo padece, manifiesta y el tiempo que necesita para superarlo.
Por supuesto, también es fundamental llevar un buen estilo de vida: ejercitarse, comer y dormir bien.
Conceptos útiles ante el duelo
Duelo: etapa de dolor ante la pérdida de un ser querido, amigo o de algo material muy preciado.
Empatía: capacidad para entender al otro, sus necesidades y situación.
Resiliencia: capacidad para hacerles frente a las adversidades.
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